Ahora mismo, alguien, en algún lugar, está siendo cancelado. Tuits improvisados o bromas «inofensivas» en la oficina pueden destrozar vidas. La izquierda condena a la derecha y el fanatismo de las viejas élites. La derecha se queja de lo políticamente correcto. En realidad, ambos bandos se confabulan en una política reaccionaria tan contraproducente como divisiva. ¿Puede la izquierda escapar de este extremismo y mantenerse fiel a los ideales progresistas que una vez profesó?
En esta provocadora obra, Umut Özkırımlı revela cómo la izquierda se ha visto arrastrada a una espiral de odio tóxico e indignación, alejándose de los ideales democráticos de libertad y pluralismo que pretende representar. Explorando las similitudes entre el populismo de derechas y la política identitaria radical, expone una visión alternativa. Solo centrándose en la humanidad que compartimos y obviando nuestras diferencias podrá la izquierda encontrar un camino constructivo y consensuado que nos devuelva de lo woke.
Son tres las ideas que contiene Capital y resentimiento. Primero, que el Internet y las plataformas, que configuran el capitalismo actual (desde Amazon hasta Google), constituyen la última metamorfosis de un régimen financiero que fue instalado a partir de los años sesenta. Aquí, la información se ha vuelto una mercancía y una fuente de creación de valor. La segunda idea es que ha ocurrido una fusión entre el poder financiero y las nuevas tecnologías de la información. Las bolsas y el sistema de Internet trabajan en conjunto en más de un sentido. Esto ha dado por resultado una fragmentación y polarización de la opinión pública, que parece estar siempre tironeada por las falsas noticias y la necesidad de informarse. Esto ha traído consigo que el riesgo de pérdida de la democracia sea inmediato. La tercera idea, y la más inquietante de todas, afirma que para que este nuevo sistema funcione, las plataformas de Internet necesitan la activa presencia de todos nosotros en la web. Uno de los mayores combustibles de nuestras actuaciones y de todos los datos que producimos para el capital es, precisamente, el resentimiento. Es decir, el nuevo orden económico, consolidado sobre los mercados financieros y las plataformas de internet, transforma hasta la última fibra de nuestra subjetividad y sentimientos para producir valor y enriquecerse.
El capitalismo es un ideal moral
En esta colección de ensayos, Ayn Rand y sus colegas definen una nueva visión del significado del capitalismo, su historia y sus bases filosóficas, y se proponen demoler muchos de los mitos que lo rodean.
¿Nos conduce irremediablemente el capitalismo a depresiones, monopolios, trabajo infantil o guerras? ¿Por qué existe tanto odio a las grandes empresas? ¿Por qué no han logrado los conservadores detener el crecimiento del Estado? ¿Es la religión compatible con el capitalismo? ¿Es la regulación gubernamental la solución a los problemas económicos o es su causa? ¿Qué es la libertad y qué tipo de gobierno requiere? ¿Es el capitalismo moral?
¿Qué ha sucedido para que la racionalidad, la solidaridad, la inteligencia emocional, el sentimiento de comunidad o la aspiración al bien común se hayan esfumado durante las últimas décadas? Un cambio de un modelo de capitalismo industrial y productivo a otro especulativo, la aceleración informativa, el cansancio, el narcisismo, la comunicación digital que condiciona la subjetividad, el relativismo creciente y también la falta de tiempo y disponibilidad para atender las necesidades del niño en sus primeros años de vida ―con las con las perturbaciones resultantes en la formación de la personalidad― constituyen algunas de las causas. Jaime Reig Vidal analiza de forma crítica cómo la crianza moldea la personalidad del individuo, y de qué modo a este sujeto producido se van incorporando los valores que benefician al sistema económico y a la producción.
El automóvil fue uno de los inventos más milagrosos del siglo XX. Prometía libertad, estilo y utilidad. Pero a veces, en lugar de mejorar nuestras vidas, la tecnología simplemente empeora las cosas. Durante el siglo pasado los automóviles llenaron el aire de contaminantes tóxicos y alimentaron el cambio climático. Los automóviles han robado el espacio público y han hecho que nuestras ciudades sean más feas, más sucias, menos útiles y más desiguales. Los coches han causado decenas de millones de muertos y heridos. Nos han hecho perder nuestro tiempo y nuestro dinero. Knowles describe el auge del automóvil y los costos que todos asumimos como resultado de ello, rastrea las fuerzas y decisiones que normalizaron los automóviles y consolidaron nuestra dependencia de ellos y nos muestra las formas en que el uso del automóvil ha impactado en la vida de las personas: desde Nairobi, donde pocas personas poseen un automóvil pero la ciudad todavía está envuelta en smog, hasta Houston, donde la autopista Katy Freeway tiene unos apabullantes veintiséis carriles y hay treinta plazas de aparcamiento para cada residente, terreno suficiente para ocupar París diez veces. Pero también revela otras formas mejores de vivir, analizando ciudades como Ámsterdam, Copenhague, Tokio y Nueva York.
Carta a Moscú. Escritos antiestalinistas de un socialista sin partido reúne una veintena de textos que, de 1936 a 1975, muestran el temprano compromiso del autor con la defensa de un proyecto de transformación política, social y moral que se mantuviera siempre vigilante ante toda forma de dominio totalitario, ya fuera bajo un gobierno capitalista, fascista o comunista.«Estoy convencido, y he tratado de expresarlo en todos mis escritos, que para poder resistir contra el fascismo, tenemos necesidad no tanto de medios materiales, ni de armas, ni de grandes aparatos burocráticos, como sobre todo de un modo totalmente distinto de considerar la vida y los hombres. Sin él, nosotros mismos, queridos amigos, nos convertiríamos en fascistas. Es decir: en fascistas rojos. Y debo deciros que me niego a convertirme en un fascista, y mucho menos, en un fascista rojo».Silone es un revolucionario y un hombre honesto, y por tanto, huelga decirlo, un exiliado. Es uno de esos hombres que son denunciados como comunistas por los fascistas y como fascistas por los comunistas.―GEORGE ORWELL