Además de sus capitales contribuciones a la filosofía estoica, la obra de Seneca hace gala de, al menos, otro gran hito en el campo del teatro antiguo al haber escrito las únicas tragedias clásicas en latín que han llegado hasta nosotros. Este volumen completa el anterior dedicado al filósofo convertido en dramaturgo reuniendo las obras conservadas de epoca imperial, que continúan inspirándose en la literatura griega, con una curiosa e interesante excepción: Octavia, de discutida paternidad, pero excepcional al ser la única tragedia praetexta que se conoce. Publicado originalmente en la BCG con el número 27, este volumen presenta las traducciones de las siguientes tragedias de Seneca: Fedra, Edipo, Agamenón, Tiestes, Hercules en el Eta y Octavia, todas ellas realizadas por Jesús Luque Moreno (Universidad de Granada), y que han sido revisadas y actualizadas por el mismo para esta edición.
A mediados del siglo XIX, Charles Baudelaire tradujo, glosó y adaptó al francés Confesiones de un opiófago inglés, de Thomas de Quincey, publicado en 1821 y al que seguiría, más de dos décadas después, Suspiria de profundis. Su adaptación acabó siendo una mise en abîme que permitió a Baudelaire imbricar sus impresiones y juicios particulares así como su práctica poética en la obra del ensayista inglés, a quien consideraba «su hermano mayor». Flaubert, Glatigny o Barbey d'Aurevilly no escatimaron elogios hacia la obra, cuyo éxito literario radicaba en la forma que Baudelaire había logrado conferirle.
El cuento fue una forma predilecta de los escritores del xix y contribuyó significativamente a definir el gran siglo de la literatura rusa. Esta antología reúne veinticinco piezas esenciales que no solo constituyen un compendio literario de enorme valor sino un volumen de historia. De Pushkin a Chéjov, los autores dialogan aquí unos con otros, trazan líneas y bifurcaciones, y nos ayudan a comprender cómo evolucionó un género y se forjó una tradición de las más influyentes de la literatura universal.
La anciana Sophonisba –«un nombre bonito e indicado, cuando me lo pusieron, pero ahora está más que pasado de moda»– debe, por motivos de salud, trasladarse a vivir a Londres. Enfrente de su nueva residencia hay un inmueble señorial pero deteriorado, del que cuelga desde tiempos inmemoriales el cartel de «Se alquila». ¿Por qué, se pregunta Sophonisba, nadie quiere alquilar la casa? ¿Y por qué ve en ella, si está deshabitada, un ojo que la mira? Jabez Jarber, su eterno pretendiente, y Trottle, su fiel criado, siempre celosos el uno del otro, se proponen aclarar el misterio. Jarber reconstruye la historia de los antiguos inquilinos de la casa; Trottle, más audaz, entra en la casa misma. Dickens ideó esta situación para el número especial de Navidad de 1858 de la revista Household Words, y entre él y varios amigos de la talla de Wilkie Collins y Elizabeth Gaskell construyeron un enigmático rompecabezas por el que pululan maridos que regresan de la muerte, hermanas sin amor, padres cruelísimos, niños maltratados y hasta un enano que quiere entrar en sociedad.
Publicada en 1908, Una habitación con vistas es una de las novelas más deliciosas y entrañables de E. M. Forster. Situada entre una Florencia todavía virgen del azote del turismo pero integrada en el grand tour de los viajeros europeos y la rígida Inglaterra victoriana, la novela desarrolla una historia de amor y sentimientos encontrados en cuyo transcurso Lucy Honeychurch, joven perteneciente a la buena sociedad inglesa, intenta abrir camino a su personalidad superando el obstáculo de las convenciones sociales. En estas páginas llenas de ironía y sutil humor que llevó al cine en su día James Ivory, Forster despliega una variada y atractiva galería de personajes y de sugerentes contrastes que hacen de ella una obra inolvidable.
Conocido sobre todo por sus célebres Viajes de Gulliver, ya publicados en esta colección, Jonathan Swift (1667-1745) fue un satírico mordaz y un polemista incansable. Dentro de esta línea se inserta el que sin duda es su otro trabajo más popular, obra maestra del sarcasmo y el humor negro, titulado «Una humilde propuesta que tiene por objeto evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o para el país, y hacer que redunden en beneficio de la comunidad». La sugerencia que en él se hace de la antropofagia como lenitivo del problema social es el máximo exponente de la ironía que impregna asimismo «Instrucciones a los sirvientes» o «Un proyecto serio y útil para construir un hospital de incurables». Completan el volumen otros escritos de carácter misceláneo que dan un atisbo de la personalidad e inquietudes de Swift.