El 1 % de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida, pero hay una cosa que el dinero no puede comprar: la comprensión de que su destino está ligado a cómo vive el otro 99 %. A lo largo de la historia esto es algo que esa minoría solo ha logrado entender, cuando ya era demasiado tarde.
Las consecuencias de la desigualdad son conocidas: altos índices de criminalidad, problemas sanitarios, menores niveles de educación, de cohesión social y de esperanza de vida. Pero ¿cuáles son sus causas, por qué está creciendo con tanta rapidez y cuál es su efecto sobre la economía? El precio de la desigualdad proporciona las esperadas respuestas a estas apremiantes cuestiones en una de las más brillantes contribuciones de un economista al debate público de los últimos años.
El premio Nobel Joseph Stiglitz muestra cómo los mercados por sí solos no son ni eficientes ni estables y tienden a acumular la riqueza en manos de unos pocos más que a promover la competencia. Revela además cómo las políticas de gobiernos e instituciones son propensas a acentuar esta tendencia, influyendo sobre los mercados en modos que dan ventaja a los más ricos frente al resto. La democracia y el imperio de la ley se ven a su vez debilitados por la cada vez mayor concentración del poder en manos de los más privilegiados.
En esta obra, Levitt y Dubner demuestran, a traves de ejemplos y una sarcástica perspicacia, que la economía representa el estudio de los incentivos.
¿Que resulta más peligroso: una pistola o una piscina?
¿Que tienen en común un maestro de escuela y un luchador de sumo?
¿Por que continúan los traficantes de drogas viviendo con sus madres?
¿En que se parecen el Ku Kux Klan a los agentes inmobiliarios?
Quizás estas no sean las típicas preguntas que se formula un experto en economía, pero Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner no son unos economistas muy típicos.
Se trata de especialistas que estudian la esencia y los enigmas de la vida cotidiana y cuyas conclusiones, con frecuencia, ponen patas arriba la sabiduría convencional.
A traves de ejemplos prácticos y de una sarcástica perspicacia, Levitt y Dubner demuestran que la economía, en el fondo, representa el estudio de los incentivos: el modo en que las personas obtienen lo que desean, o necesitan, especialmente cuando otras personas desean o necesitan lo mismo.