Mito legendario y proteico, el vampiro ha acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales, al acecho como anunciación de la otredad, los miedos reprimidos y la voracidad de nuestros traumas, o formando parte indisociable de nuestra esencia como plasmación de la mitad oscura e ilustración de la dualidad que nos constituye y materializa nuestros anhelos e instintos más inconfesables.
La presente antología traza la evolución del vampiro en lengua inglesa desde sus manifestaciones en textos medievales, con semas y modus operandi que anticipan las características primordiales del chupasangres en siglos posteriores, hasta la eclosión manifiesta del ente en el periodo decimonónico, con la canonización de los vampiros de Polidori, Byron, Le Fanu, y, sobre todo, la obra seminal de Bram Stoker, desembocando en la idiosincrasia ecléctica o la reinterpretación vanguardista y alejada de los presupuestos clásicos y puristas que dinamizan la variedad y estilización del mito en la primera mitad del siglo xx, como génesis de las drásticas transformaciones que se darían, posteriormente, en la posmodernidad, metamorfoseándose el vampiro en un icono adolescente o una suerte de zombi descerebrado y despojado de su aura aterradora.
Charles Marlow es enviado desde Londres al Congo en busca del responsable de una explotación de márfil, Kurtz, del que hace tiempo no se tiene noticia. Durante esa aventura, que le lleva a adentraser río Congo arriba, Marlow descubrirá la dureza de la oscuridad de una sociedad colonial brutal y miserable impuesta por los europeos en el corazón de África. Conrad traslada a este libro el viaje que realizara como capitán de un mercante, cuando Leopoldo II de Bélgica era propietario del Congo, que le adentró en las tinieblas y le hizo abandonar la vida de marino y la esperanza en la condición humana.
La segunda a la derecha y todo seguido hasta el amanecer». Allí se haya el país de Nunca Jamás, territorio de la eterna juventud, de sueños, hadas, piratas… Porque allí habitan inolvidables personajes: Peter Pan, Wendy, Campanilla y el capitán Garfio, entre otros. En una lucha entre el bien el mal, la venganza y la amistad, la luz y las sombras, y a través de inauditas e imaginativas aventuras, todos ellos nos conducen por la senda del tiempo y la existencia más humana; ellos nos recuerdan al niño que fuimos y al adulto que a veces no queremos ser. Y es que, en el fondo, nuestras vidas no son otra cosa que un eterno retorno al país de Nunca Jamás. Y ahora, lector, deja volar tu imaginación…
Escenas de una infancia reúne, por primera vez en lengua española, una selección de la mejor prosa breve del Premio Nobel de Literatura. De los relatos aquí contenidos, algunos se adentran libremente en el terreno de lo autobiográfico, como las extraordinarias estampas de "Escenas de una infancia" o "El pelo de Line": evocan primeras veces, amistades, perdidas, el descubrimiento del deseo, instantes de felicidad y fracasos más o menos estrepitosos. Y entre estos relatos se intercalan joyas de otro tenor, como su primer texto publicado, "Él", o la inquietante y onírica novella "Y ya puede venir el perro", en la que una disputa entre vecinos desencadena un espiral de tensión y violencia que avanza hacia un clímax inapelable.
Una pieza de arte de Tomás Hijo.
Una obsesión se ha apoderado del alma de Robert Blake. Cada día observa, desde la ventana de su estudio, la silueta de la iglesia abandonada que se alza sobre Federal Hill. Cuando finalmente decide atravesar los decadentes barrios que rodean el templo, Blake accederá a un escenario acorde con sus gustos por lo oculto: extraños manuscritos, ídolos inquietantes, símbolos blasfemos, un cadáver olvidado…
Todos ellos vestigios de un viejo culto dedicado a obscenas deidades cósmicas. En el centro mismo de ese enclave de pesadilla, Blake se encontrará con un artefacto ancestral vinculado a terrores inimaginables que amenazarán con desgarrar su mente y el tejido mismo de la realidad
PREMIO NOBEL DE LITERATURA EDICIÓN CONMEMORATIVA 20 AÑOS DE KAILAS EDITORIAL
«Uno de los premios Nobel mejor concedidos y merecidos», J. M. Guelbenzu, El País