Dos jóvenes exaltados, Asier y Joseba, se marchan en 2011 al sur de Francia con la intención de convertirse en militantes de ETA. Esperan instrucciones en una granja de pollos, acogidos por una pareja francesa con la que apenas se entienden. Allí se enteran de que la banda ha anunciado el cese de la actividad armada. Abandonados a su suerte, sin dinero, sin experiencia ni armas, deciden continuar la lucha por su cuenta, fundando una organización propia, en la que uno asumirá el papel de jefe y disciplinado ideólogo, y el otro el de subalterno más relajado. El contraste entre el afán de gestas y las peripecias más ridículas, bajo una lluvia pertinaz, va llevando la historia hacia una especie de drama cómico. Hasta que conocen a una joven que les propone un plan.
Estamos en 2021. Hace veinticinco años que no nace un solo niño en el planeta tierra. La raza humana se enfrenta a su extinción.
Bajo el despótico mandato de Xan Lyppiat, el Guardián de Inglaterra, los viejos viven sumidos en la desesperación y los jóvenes en la crueldad. Theo Faren, primo del Guardián, lleva una vida solitaria, resignado a la época siniestra que le ha tocado.
Hasta que el encuentro fortuito con una mujer le lleva a contactar con un grupo de disidentes. De pronto, su vida cambia de manera irrevocable y se ve obligado a tomar decisiones que afectarán al futuro de la humanidad.
En el año 1992 se publicaba por primera vez esta distopía icónica para toda una generación. Treinta años después, Hijos de los hombres sigue siendo un estremecedor retrato del mundo que habitamos.
«Nos mancharemos las manos y la cara de carbón y caminaremos por una senda que está a punto de quedar borrada.»
Hijos del carbón es un libro que se va a leer durante años y, por ello, solo se podía haber escrito ahora. En esta obra tan singular, mezcla de autobiografía, memoria, ensayo y reportaje, Noemí Sabugal narra sus recuerdos de infancia ligados a las minas de carbón y se embarca en un viaje por los principales entornos mineros de España: Galicia, Asturias, León, Palencia, Córdoba o Teruel. En cada una de las etapas conversa con trabajadores de los pozos, con políticos, con vecinos o con comerciantes, todos ellos afectados por una transición energética que conlleva el fin de una cultura y de una forma de comprender el mundo.
Las implicaciones económicas y sociales del cierre de las minas tendrán su correlato en las vidas de todos los «hijos del carbón», que ahora buscan un futuro nuevo y una nueva energía con la que poder ponerse de nuevo en pie.
En un mundo que se vuelve cada vez más intangible, los poderosos, nostálgicos de un pasado que apenas conocieron, compiten por hacerse con cualquier icono de la era predigital. Daniel Adelbert, un «prospector» especializado en recuperar piezas del siglo XX, es contratado por el coleccionista Kenzô Inamura para encontrar no un objeto, sino a una persona: un hombre que se movió entre las sombras del pasado siglo e influyó de manera decisiva en su desarrollo.
En el otro extremo del mundo, la periodista Alicia Lagos recibe un extraño correo de su exnovio recientemente fallecido. El mensaje parece legarle una investigación inconclusa, poniéndola sobre la pista del misterio oculto tras los muros del orfanato irlandés de St. Martha.
Ambas investigaciones confluyen en una misma pregunta: ¿qué es el Proyecto Zeitgeist? La respuesta se halla bajo las piedras de la Ciudad Blanca de Tel Aviv, en los arrabales flotantes de Singapur y en el murmullo de la Red de datos. Responderla es desentrañar un secreto que ha costado la vida de muchos, un secreto silenciado durante décadas.
Un clásico de la literatura del balón, una carta de amor de un padre a sus hijos.
Hijos del fútbol es el relato de una pasión desbordada, la de un padre hincha que teme estar contagiando a sus hijos el virus incurable que le transmitió su abuelo, y una reflexión sobre la globalización del fútbol, sus valores y sus sombras. Escritas a modo de diario, sus páginas relatan la vibrante y emotiva historia de un individuo asaltado por dudas existenciales cuando descubre que el mundo de su hijo mayor está cada vez más condicionado por un balón y unos colores. El lector, mientras tanto, recuerda sus sueños infantiles de goles imposibles, los partidos del patio del colegio se alternan con las visiones del estadio ya de adulto y los nombres de futbolistas se mezclan con los de escritores que han contribuido a alimentar la pasión.