Amparándose en la coartada del terrorismo, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. Esta trama, inquietante y oscura, que bien podría encontrarse en cualquier obra actual, pertenece en realidad a esta novela escrita por Margaret Atwood a principios de los ochenta, en la que la afamada autora canadiense anticipó con llamativa premonición una amenaza latente en el mundo de hoy.
En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela -o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir- le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual. Pero nadie, ni siquiera un gobierno despótico parapetado tras el supuesto mandato de un dios todopoderoso, puede gobernar el pensamiento de una persona. Y mucho menos su deseo.
El influjo de esta fascinante reflexión sobre el poder de la creatividad y el oficio de escribir ha sido inmenso. Jorge Luis Borges no dudó en considerarlo uno de los cuentos más memorables que había leído.
Y no es para menos. Gracias a obras como esta, Rudyard Kipling ganó el Premio Nobel de Literatura de 1907 y se cuenta entre los mejores narradores británicos de todos los tiempos.
Charlie Mears, aprendiz de poeta, está empeñado en escribir el cuento más hermoso del mundo y busca el consejo de un escritor consagrado. Este llega a la conclusión de que su historia de piratas es un texto mediocre, pero lleno de verdad. ¿Y si Mears no hubiera escrito una obra de ficción, sino transcrito los recuerdos de sus vidas pasadas?
«El cuerpo» es el edificio central de la deslumbrante trilogía CEGADOR. Un libro inabarcable, caleidoscópico e intelectualmente subversivo que constituye un hito en la historia de la literatura europea. Bucarest a mediados de los años 60: Rumanía está dominada por el Partido. Mircea acaba de cumplir ocho años y en su mente se fusionan el presente y el pasado: el lúbrico Vasile, el muchacho que creció sin sombra; la niña Maria, a la que le crecen unas alas de mariposa; las alfombras cúbicas tejidas por la madre de Mircea, que ocultan secretos de Estado; la mística aparición, en la Alameda del Circo, del Hombre Serpiente; Mircea y su hermano Victor, acurrucados cada uno con la cabeza a los pies del otro; los hombres estatua que pueblan las entrañas de una Amsterdam con cielos color rubí…La fabulosa segunda entrega de la trilogía «Cegador», la obra que encumbró a Cartarescu a la fama. Una experiencia literaria total, deslumbrante y transformadora.
Bienvenidos al futuro…
La humanidad ha colonizado el Sistema Solar: Marte, la Luna, el cinturón de asteroides y más allá, pero las estrellas aún están fuera de nuestro alcance. Jim Holden es segundo de a bordo de un transportador de hielo que realiza misiones entre los anillos de Saturno y las estaciones mineras del Cinturón.
Cuando su tripulación y él se topan con la Scopuli, una nave abandonada, descubren un secreto que desearían no haber encontrado. Un secreto por el que alguien sería capaz de matar, matar a una escala que Jim y su tripulación no imaginan. La guerra en el Sistema Solar está a punto de comenzar, a menos que sean capaces de descubrir quién abandonó la nave y por qué.
El inspector Miller busca a una chica. Una chica entre mil millones, pero los padres de ella son gente adinerada, y el dinero lo es todo. Cuando las pistas lo llevan a la Scopuli y a Holden, un simpatizante de los rebeldes, se da cuenta de que aquella chica quizá sea la clave de todo.
Holden y Miller deben atar los cabos entre el gobierno de la Tierra, los revolucionarios de los planetas exteriores y corporaciones secretas, y lo tienen todo en su contra. Pero en el Cinturón hay otras reglas, y una pequeña nave puede cambiar el destino del universo.
Sin duda es la literatura norteamericana la que ha proporcionado una mayor y más personal aportación a la novela de terror, dejando una huella indeleble con autores de la talla de Nathaniel Hawthorne, Ambrose Bierce, Howard Philips Lovecraft y Edgar Allan Poe, el más célebre de todos ellos, que nos hace gala tanto de un terror negro ?macabro y tenebroso-, como de un terror blanco ?psicológico y poético-, elevando así a niveles de arte la literatura de terror.