Partir, alejarse de la tierra natal, “perder” el Trópico, arrancarse un pedazo del alma, entrar a paso firme hacia las largas brumas y el invierno, y aun así, hallar en todos lados la alegría de vivir, cual un pequeño sol brillando adentro, es la lección más estremecedora de este libro. Así también, el ser testigos del milagro del Viaje, que nos lleva por otros mares y otros cielos, asumido como oportunidad de autoreafirmación de la identidad en la alteridad, e insuperable escuela de humanismo; el Viaje (también hacia uno mismo y hacia los otros) como potente antídoto contra la ignorancia, la intolerancia, y el atávico miedo hacia lo diferente y lo desconocido.
El espectáculo de la diversidad, grandioso como el mundo, recorre cada una de estas crónicas con ráfagas de asombro, de éxtasis, de gratitud, de entendimiento… No se trata de simples recorridos o itinerarios clásicos de viaje, sino del estallido de emociones que esos lugares suscitaron en el alma sensible de la autora. La maravilla de un dialecto nuevo, el sabor de una comida típica, los colores de una ciudad soñada, el tañer de una campana que acaso marca el ritmo de todo el universo, o una calle perdida en la medina, que las resume todas, dan la clave para entender, al fin, que el denominador común, con más puntos afines que discordias, es siempre el ser humano; uno y múltiple, maravilloso, ecuménico, vital… ¿Eres dominicano, inglés, escandinavo? ¡Eso qué importa! Eres humano. El planeta es tu casa. Eso debe bastar.
Rafael J. Rodríguez Pérez