Marxistas que no han leído a Marx. Muchas personas profesan un marxismo que no sabrían explicar. Académicos, intelectuales, forjadores de opinión… Sus fuentes del marxismo son textos de divulgación y muchísimos lugares comunes, aparentemente coherentes y sólidos. Como dijimos antes, en su momento el marxismo fue de gran prestigio. Probablemente no haya habido otra filosofía política única con mayor simpatía y aceptación en la historia moderna. Y esto no es, por supuesto, fortuito. El marxismo es –fue, cabría decir- muy atractivo y seductor.
Sin embargo, abrevar en las fuentes originarias, leer a Marx no es asunto sencillo ni elemental. Lo primero, su obra es vastísima, compleja y heterogénea. Atraviesa todas las áreas del pensamiento humano y social. Y, por si fuera poco, está escrita en un código dialéctico al que es difícil seguir el paso. Con todo, hay que hacer el intento si se ha de entender al maestro.
El primer objetivo de la Crítica a la economía de Marx es exponer de la manera más fiel y cercana la teoría específicamente económica de Marx. Una lectura crítica en la que se utiliza profusamente el recurso de las citas, una lectura comentada. Luego, por supuesto, se trata de criticar la teoría, examinar su coherencia interna, su consistencia. Y, sobre todo, sus implicaciones, sus consecuencias lógicas e inexcusables, lo que nunca han hecho los auto nombrados marxistas.
¿En qué concluye, en síntesis, el marxismo? Aparte de criticar amargamente los defectos e injusticias del capitalismo –de los que todos estamos conscientes, sólo hay que mirar hacia afuera por la ventana-, ¿qué es lo que hay que hacer? ¿Cuál es la solución, mejor, la panacea? ¿El socialismo? Pero, ¡por favor!, si el socialismo es, como lo conocemos, como no puede ser de otra manera, el infierno en la tierra. En vez de recitar una vez más de memoria los pasajes lapidarios de Marx, sólo hay que darse una vuelta por Cuba. Un desastre…