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MUJERES VALIENTES

En este lugar del mundo, en esa región que recorre de Oriente Medio a Afganistán, hay una revolución en marcha. Es la revolución de las mujeres. Una lucha sin cuartel ni final contra el patriarcado que domina la política, la cultura y la sociedad. A veces, esa lucha es por la mera supervivencia. Otras, una lucha consciente y organizada por defender derechos que se les niegan de forma reiterada. El derecho al aborto, el derecho a una educación, el derecho a un trabajo digno. El derecho a existir libremente.
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MUJERES VIAJERAS

En la Antigüedad, mientras los hombres se lanzaban a empresas de exploración y conquista, las mujeres permanecían inmóviles en su hogar. El Medioevo les otorgó una forma de viaje permitido: la peregrinación a los Santos Lugares. Durante el Renacimiento, artistas e intelectuales humanistas viajaron a Italia para tomar contacto con la cultura clásica, anunciando los Grand Tour, las giras educativas por Europa que en el siglo XVIII realizarían los jóvenes aristócratas británicos. Esos itinerarios estaban reservados a los varones, por entonces las mujeres sólo podían desplazarse como acompañantes de sus maridos. Aun desde ese lugar, el viaje les abrió nuevos horizontes. Dejaron de ser espectadoras pasivas de los desplazamientos de otros para convertirse en observadoras de nuevas dimensiones espaciales y emocionales, e incluso en narradoras que exploraban la propia subjetividad: su mirada curiosa empezó a transformarse en literatura de viaje, un género en el que se amalgamaba el propósito testimonial con el registro privado, íntimo, de la autobiografía, el diario o las cartas que reponían la experiencia personal. El momento de cambio en el siglo XIX vino con la descolonización y la creación de nuevos estados, en coincidencia con el surgimiento del feminismo. Las mujeres ya no escribieron recluidas en sus casas o en los conventos, y durante el avance hacia la emancipación civil y política que alcanzarían en la centuria siguiente, reseñar sus viajes fue una manera de apropiarse de ciertos derechos exclusivos de los varones. Accedieron así a la escritura como profesión y, en consecuencia, a la esfera pública. Estas escritoras proyectaron en sus narraciones la imagen que tenían de sí mismas. Como nos muestran las protagonistas de este libro, en cada caso las motivaciones personales enmarcan el relato. Son, en su mayoría, las de la burguesía trotamundos: huir de la realidad cotidiana, ir en busca de aventuras, lograr la realización personal, escoltar al marido. Entre ellas hay una militante anarquista que escapa de la persecución política. Para unas, la Argentina es el punto de partida. Para otras, el lugar de destino. Sus miradas y sus voces son plurales. El viaje las impulsa a recrear el itinerario en la memoria, para escribirlo, para invitarnos a recorrerlo junto a ellas.
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MUJERES VIAJERAS DE LA ANTIGUEDAD

El viaje que a comienzos del siglo IV realizó la emperatriz Helena a Tierra Santa avivó el deseo de muchos peregrinos por visitar los lugares donde discurrió la vida de Jesús. Conocemos la identidad de varias mujeres que se encaminaron hacia los Santos Lugares. Además, de algunas como Egeria conservamos incluso el relato de su itinerario, que, iniciado en la lejana Hispania, fue anotando cuidadosamente a modo de diario. Mención aparte merecen Paula de Roma, Melania la Mayor y Melania la Joven, tres mujeres de la nobleza romana que renunciaron a sus riquezas y adoptaron una forma de vida ascética en el país del Señor. A diferencia de Egeria, fueron sus biógrafos quienes describieron los recorridos y las etapas de estas intrépidas viajeras. A través de sus ojos, el ambiente humano y espiritual de la Antigüedad tardía revela matices que enriquecen la comprensión de una época esencial para la configuración de Occidente.
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