El marqués de la Ensenada, pieza clave del Despotismo Ilustrado del siglo XVIII, fue mucho más que un ministro. Realizó un proyecto político integral junto con un grupo de valedores situados en puestos clave de la corte y del gobierno, impulsando el desarrollo del Estado español mientras desplegaba una formidable red de espionaje en media Europa. Fue el motor de numerosas reformas bajo el desempeño de los ministerios de Hacienda, Guerra, Marina e Indias. En ese momento cumbre de su carrera, el padre Isla le llamó el «secretario de todo». Su trabajo en la Marina le convirtió en enemigo de Inglaterra; la reforma hacendística, en sospechoso para la nobleza. El catastro y la protección que dispensó a los científicos puede considerarse lo más ilustrado de su obra. Fue amigo de los jesuitas y víctima, como ellos, del absolutismo regio. Su cara más cruel la mostró con la persecución al pueblo gitano. Mujeriego, alegre, sensato y conservador, sus restos descansan en el panteón de marinos ilustres, aunque en realidad nunca fue marino. José Luis Gómez Urdáñez, catedrático de Historia Moderna por la Universidad de La Rioja y académico de la Real Academia de la Historia, destaca tanto las luces como las sombras de un político que supo como nadie articular las relaciones entre el gobierno y la corte de la época. «El catastro fue un poderoso instrumento antiseñorial, causa de que los grandes intentaran paralizarlo en cuanto se dieron cuenta del peligro, lo que obviamente consiguieron haciendo caer al marqués. Los ricos nunca han pagado impuestos en España»
Tras doce años de apasionada investigación in situ de los diversos conceptos matemáticos, geométricos y simbólicos del templo de Luxor, en el Alto Egipto, Schwaller de Lubicz fue descubriendo, poco a poco, la antigua sabiduría sagrada de la milenaria cultura egipcia, plena de significado espiritual, que va desarrollándose puntualmente en cada uno de los aspectos del edificio.
En la primera parte de este libro, constituida por textos inéditos, se enseñan los elementos indispensables para comprender el significado de los números y las claves esotéricas de su lenguaje simbólico, indispensable para adquirir un entendimiento intuitivo de la religión egipcia.
La segunda parte se compone de fragmentos de la obra capital del autor, Le Temple de l’homme (1957-1958), en la que los fundamentos de esta antigua ciencia sagrada sobre el ser humano y el universo ocultan el denominado «milagro egipcio», una manera de ser y de pensar de la que nos separan dos mil años de tradición griega. De ahí que el misterio de Egipto necesite de una auténtica reeducación espiritual, como la que Schwaller de Lubicz nos proporciona en el presente volumen.
Un busto de Adriano, con atuendo militar, expoliado en Santaella (Córdoba), y la intervención arqueológica en el lugar del expolio, son los motores de El militar y la hiedra. La obra explora la relación del mundo militar romano, y del emperador de origen bético en particular, con Dioniso y su emblema, la hiedra, planta sacra en la mitología de este dios luminoso y sombrío. El inédito Adriano de Santaella lleva una hoja de hiedra colgada en el peto de su coraza: detalle novedoso en la retratística imperial romana. ¿Elemento decorativo o testimonio de la relación de Adriano, emperador filoheleno y curioso de todo hermetismo, con el culto mistérico de Dioniso? La autora trata de responder a este interrogante, y para ello examina la presencia simbólica de la hiedra en diversos contextos, especialmente el militar. Ilustra la cuestión con una abundante y bella iconografía, apoyada por testimonios arqueológicos, epigráficos, textos de autores clásicos y literatura mitográfica.
A mediados de junio de 1940, la esvástica alemana ondeaba prácticamente en toda Europa occidental, a la vez que el país podía presumir de sólidas alianzas con Italia y España. Sin embargo, Gran Bretaña, lejos de avenirse a un tratado de sumisión pacífica, pudo plantar cara en la conocida como batalla de Inglaterra y preservar su libertad de acción. Para España, este hecho llegó a ser definitivo, marcando un claro viraje en el posicionamiento de Franco, al socavar la frágil confianza que Hitler le ofrecía.
Antonio J. Candil nos ofrece un exhaustivo trabajo, amenamente narrado, sobre los detalles que pusieron sobre el tapete un exceso de confianza y cierta descoordinación dentro del Alto Estado Mayor germánico. Nos presenta una certera visión sobre lo acaecido durante el verano de 1940, permitiendo al lector comprender la posterior evolución de la Segunda Guerra Mundial a partir de la «no derrota» del Ejército británico y las nefastas consecuencias que para Alemania va a tener la sobrestimación de su Fuerza Aérea, a la vez que un incomprensible desinterés por el control militar del canal de la Mancha. La detallada secuencia de decisiones ayuda a entender las causas por las que la guerra se acabará convirtiendo en un conflicto global, en lugar de ceñirse solo a suelo europeo.
Criminales como Jeffrey Dahmer o Ted Bundy han cautivado al imaginario común, introduciendo el arquetipo del asesino en serie al vasto panteón de referentes culturales que comprendemos como la mitología del siglo XXI. Pero ¿de dónde viene nuestra macabra obsesión por estas figuras carentes de moralidad? ¿Cómo ha influido la producción artística en el desarrollo de la categoría científica del psicópata y del serial killer? Los avances de la investigación en las últimas décadas aúnan las diferentes causas de la psicopatía, sin embargo, es en la literatura gótica clásica donde podemos ver los primeros indicios de esta condición perturbadora. De modo sorprendente, este género dotó a los monstruos literarios de unos hechos definitorios del psicópata criminal y serial que la ciencia ha validado con el devenir del tiempo.
En los textos canónicos de los siglos XIX y XX la camaleónica figura del monstruo toma forma, hechizando a los lectores con su falta de escrúpulos. Baste con pensar en Frankenstein, El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Drácula o El retrato de Dorian Gray. Desde que se abrió la reflexión sobre nuestra condición psicológica y moral, más autores han explorado mediante la literatura y el cine la inexplicable crueldad que arrastra al ser humano, como La isla del doctor Moreau, cuyo protagonista preconiza las atrocidades nazis del doctor Mengele, o El silencio de los corderos, que renovó para siempre el universo del psychokiller.
Una esclarecedora crónica que es a su vez una llamada a enfrentar los retos climáticos del presente y el futuro.
Hacia finales del siglo XVI, las temperaturas empezaron a caer, hasta tal punto que se helaron las aguas de algunos puertos mediterráneos y las aves se congelaban en pleno vuelo... Sobre el hielo del Támesis se organizaban animadas ferias.
A mediados del siglo siguiente, Europa se transformó: cosechas arruinadas, hambrunas, migraciones… El propio pensamiento occidental inició un proceso de cambio culminado con el surgimiento de la Ilustración, que combatió la concepción de esos fenómenos naturales como señales o castigos divinos.
El motín de la naturaleza presenta las consecuencias de una alteración repentina del clima a partir de testimonios de distinto cuño: los hay de personajes más o menos anónimos que documentaron los estragos que causaron aquellos largos y duros inviernos y aquellos veranos sin sol; pero también aparecen grandes pensadores y científicos, como Pierre Bayle, Voltaire, Montaigne o Kepler, que vieron sus obras e investigaciones transformadas por la Pequeña Edad de Hielo. Con todos ellos, Philipp Blom dibuja un fresco que acaba revelándose como una reflexión sobre los desafíos de la catástrofe que se avecina. Y es que, enfrentada hoy a nuevas, profundas y ominosas perturbaciones del clima, comparables en sus efectos a las padecidas en aquellos dos crudos y gélidos siglos, la sociedad actual debe centrarse otra vez en encontrar soluciones imaginativas y duraderas. Conocer la Pequeña Edad de Hielo de la mano de este ensayo excepcional nos permite intuir, cuatrocientos cincuenta años más tarde, que sin recurrir a la razón, la ciencia y la tecnología el panorama futuro puede acabar siendo un desastre irreversible.