Cada ciudad tiene en sus visitantes posibles traductores que, a través de sus impresiones, puntos de vista y observaciones, pueden llegar a teñir la visión de otros y acaso estimularlos o confundirlos. Por eso vale la pena considerar que este libro, fundado en cuarenta y cinco años de visitas sostenidas a París, es apenas una traducción más de las muchas que podrían hacerse de la capital de Francia, debida a los intereses y experiencias de Jorge Fondebrider, poeta y ensayista argentino, traductor consecuente de Gustave Flaubert, Guy de Maupassant, Georges Perec y un número significativo de poetas franceses contemporáneos. Con todo, por su rigor descriptivo y los muchos datos históricos, funciona asimismo como un vademécum para el eventual flâneur.
El texto pretende ofrecer una serie de reflexiones sobre algunos motivos hasta ahora desatendidos o no lo suficientemente tratados en el marco de la ya extensa bibliografía sobre Walter Benjamin. El libro gira en torno a su concepto de experiencia como algo vinculado a lo que denomina «facultad mimética». Lo que se propone es un recorrido por sus concepciones acerca del lenguaje, la historia, la narración literaria y el cine al hilo de su noción de la mímesis en cuanto que capacidad para la producción y el reconocimiento de semejanzas y correspondencias.
En 1516 Erasmo de Róterdam publicaba una obra de su amigo Tomás Moro. Se trataba de un retrato mordaz de la Europa renacentista, al que acompañaba, por contraste, la descripción de un lugar ideal: Utopía, isla remota del Nuevo Mundo gobernada con mesura y en donde todos los habitantes vivían en armonía. Lo que el humanista inglés concibió como «librito entretenido» y fantasioso, sin embargo, acabó superando con creces su marco narrativo. Aquella crítica al orden social establecido se convirtió en una obra cumbre del pensamiento, que traspasó tiempos y fronteras hasta dar lugar incluso a un nuevo término: nuestra «utopía».
Vacío y plenitud es una de esas obras fundamentales que permiten acceder a la comprensión de la pintura china. Su autor, François Cheng, conocido especialista en poesía y pintura chinas, expone el desarrollo que, a lo largo de quince siglos, ha tenido la pintura en China, pero su estudio no es de carácter histórico sino filosófico. La primera parte explora el sistema de la pintura en relación con la filosofía taoísta a partir de la noción de vacío que todo artista debe conocer, eje fundamental de la concepción china del universo y su comprensión del mundo objetivo, ligado a la idea del aliento vital y al estado supremo al que el hombre debe tender. Cheng explica también al lector occidental la adscripción de este arte a la concepción taoísta, incorporando fragmentos de pintores y tratadistas chinos sobre elementos y momentos de la actividad pictórica.
¿Qué distancia hay entre los humanos y los animales, incluso el "calamar vampiro del infierno"? El científico, filósofo y divulgador Vilém Flusser utiliza esta pregunta como trampolín para sumergirse en un océano literal y filosófico. En parte tratado científico, en parte burla, en parte discurso filosófico, en parte fábula, Vampyroteuthis Infernalis ofrece una comprensión filosófica posthumanista única de la fenomenología y abre el camino a una no-filosofía de la vida.
Esta es una fábula de dos animales que comparten el ser únicas especies de su género. El primero -nuestro protagonista explicito, el Vampyroteuthis inferna lis- Vive en las profundidades submarinas absorbiendo el mundo con su cuerpo. El segundo animal, el Homo sapiens, aparece tácitamente como contraparte del primero. Pero es quien observa y describe, quien construye teorías y relatos desde el cielo luminoso de la razón y el espíritu.
Simétricamente opuestos en la escala animal, hombre y octópodo se reflejan según una extraña correspondencia que es el eje del relato. De una descripción científica, el texto se transforma en una especulación filosófica y, finalmente, en una interrogación técnica y poética. Y es que, como dice Vilém Flusser, el Vampyroteuthis es nuestro infierno. Él encarna aquello que por vivir en la tierra hemos sumergido en la profundidad de la conciencia.