Una flor o una puesta de sol perfectas, repletas de color, Bob Marley y Marilyn Monroe, la naturaleza salvaje o un festival urbano, tu canción favorita, tus zapatos favoritos: las personas encontramos belleza en todos lados, aunque el concepto de belleza está asociado a muchos problemas y jerarquías sociales. Es difícil, y quizás inútil, descifrar qué es. Pero Crispin Sartwell argumenta en esta inmersión rápida que las reflexiones clásicas de alrededor del mundo sobre la naturaleza de la belleza pueden mejorar nuestro placer, abriéndonos al mundo y a las demás personas.
Tiene el lector en sus manos uno de los monumentos más desconocidos del pensamiento moral y ético de la alta Edad Media, cuya originalidad reside en tomar como perspectiva las virtudes.
El título de esta obra compuesta por ochenta y siete breves capítulos, alude al último de los doce hijos del patriarca Jacob. Cada uno de ellos representa distintas categorías morales que renuevan éticamente las costumbres. Así, los hijos nacidos de las sirvientas Bilhá (la imaginación) y Zilpá (la sensibilidad) ejemplifican la abstinencia, la paciencia y el valor que atesora tanto el castigo como la recompensa. Los nacidos de la segunda mujer, Lía (los afectos) destacan las virtudes del temor, el pudor, la esperanza y el perdón. Por su parte, los hijos de la primera esposa, Raquel (la inteligencia), fructifican gracias a la razón en la discreción, que es la que ordena todas las facultades.
Una vez aplicado el método tropológico con sus implicaciones morales, la obra se ocupa en definir en qué consiste «el verdadero goce». Para ello, compara la dulzura externa con la interna; examina el surgimiento del odio y los vicios, así como la mala intención y los procedimientos para reprimirla; recuerda que las virtudes degeneran en vicios si no son moderadas por la discreción; y, por último, destaca el valor que encierra el pleno conocimiento de uno mismo.
La presente edición bilingüe latín-castellano, de Eduardo Otero Pereira, permite acercarse por fin a esta obra clásica de primera mano. Además, la bella introducción y el rico aparato de notas ayudan a comprender el contenido filosófico y las peculiaridades de la lengua latina.
Este ensayo recoge, con tanta modestia como ambición, un itinerario espiritual para el hombre y la mujer de hoy. Una relectura imprescindible, tan sencilla como profunda, del legado de Cristo, faro de la humanidad. El evangelio como mapa de la conciencia y como permanente provocación existencial. Biografía de la luz es un texto pensado para todos los buscadores espirituales y, por ello, escrito desde una perspectiva cultural más que confesional. Un camino, tan radical como posible, para la iluminación, entendiéndola como algo sencillo y cotidiano. Una especie de manual poético de la interioridad, en el que se presentan algunas de las incontables imágenes y metáforas que esbozan los evangelistas y que son auténticos espejos de la identidad humana. Un libro para revisar la propia vida y para descubrir, tras el ruido de las sombras, que no buscaríamos lo luminoso si no fuéramos, al fin y al cabo, seres de luz. En la línea de sus anteriores entregas literarias -El olvido de sí, Entusiasmo, la aclamada Biografía del silencio...-, Pablo d'Ors nos regala ahora su obra definitiva. Todos necesitamos reflexiones como éstas, tan transparentes: historias que nos ayudan a ver las cosas de nuevo como son. Como seguramente las veíamos cuando éramos niños. Imágenes e ideas que hacen patente que la vida no está lejos o fuera, sino dentro y aquí.
Decía Ferlosio que las cuestiones por las que se interesaba apenas pasaban de «seis o siete», y añadía que, «con el paso de los años y de las recurrencias», algunas acaban abriendo tuberías de comunicación con las otras, por lo que no era raro que esas «seis o siete» cuestiones se fueran «fundiendo y reduciendo». Sin duda, una de ellas es la cuestión de la enseñanza, es decir, la forma en que cabe transmitir el conocimiento, los modos en que éste es adquirido. De esa centralidad ofrecen un testimonio los textos reunidos en el presente volumen, que comprenden un arco temporal de cuatro décadas, las que van de 1972 a 2012.
Una visión renovadora de la historia del pensamiento moderno.
Este libro ofrece una visión sintética de la historia de la filosofía moderna desde una perspectiva analítica. Pese a su carácter necesariamente selectivo, Roger Scruton nos revela las principales figuras y las grandes preocupaciones intelectuales que han configurado la filosofía occidental desde Descartes. Quienes se sientan interesados por la historia de las ideas no vacilarán en rehacer el camino recorrido en esta obra, a fin de examinar en profundidad las condiciones históricas en que surgieron los argumentos aquí expuestos, así como esa peculiar corriente subterránea que conduce de Hobbes a Spinoza, de Malebranche a Berkeley, de Rousseau a Kant y de Schopenhauer a Wittgenstein. Se trata de una visión renovadora de la historia del pensamiento moderno.
«Lector, no quieras ver en este libro una guía, un protocolo, un método, pues no es un compendio de consejos, ni de preceptos, ni de vías para alcanzar meta alguna. Lo que encontrarás en estas páginas serán fragmentos hilvanados, reflexiones de un viejo corredor en las que se mezclan el correr con el dibujar y la orografía con la vida. Correr y dibujar han devenido, con el paso de los años, dos de mis actividades nucleares. Empecé a dibujar casi al mismo tiempo que empecé a correr.
Descubrí la cortísima distancia que separaba la mano de la mirada, el ojo de la pisada, el lápiz de lo que la mente captaba. Dibujar es una manera de mirar despacio. Correr campo a través es percibir el tiempo geológico, entender que todo, incluso lo pétreo, está siempre en constante movimiento. Así que corre a menudo. Trota tranquilo. Déjate llevar por el terreno. Mira cuando corras. Mucho se habla de las piernas y pies del corredor, pero lo fundamental es mirar, atender la orografía. Anciano corredor, cuida tu mirada. Evita las caídas. Pero si caes, no te resistas. Hazte uno con el suelo. No compitas. No corras para obtener triunfo alguno. Cuando corres te descubres. No intentes superarte a ti mismo, no intentes superar al terreno. Respira tranquilo. No hay metas. El horizonte es la meta. El horizonte nunca llega».