La modernidad capitalista invirtió la relación entre campo y ciudad. Las ciudades pasaron a convertirse, desde entonces, en el centro neurálgico de conflictos sociales, políticos y económicos, y de aparición de movimientos sociales, luchas y utopías en el interior de los Estados. De hecho, todavía hoy, continúan siéndolo. Sin embargo, el tránsito, durante el último tercio del siglo XX e inicios del XXI, de la fase de capitalismo industrial a la de capitalismo transnacional financiero ha implicado un cambio en la manera de organizar jurídicamente nuestras sociedades.
La sustitución del constitucionalismo por un nuevo modo histórico de juridificación al que el autor llama fronterismo ha hecho cambiar el tipo de articulación de la ciudad con el espacio estatal nacional, así como la forma de ejercicio de la dominación y procesos de construcción de la clase social que operan en su interior. Ello obliga a los movimientos sociales a redefinir y pensar nuevos métodos de lucha y transformación social en el seno de la denominada ciudad global. Para ello, el autor plantea una reactualización de los conceptos de Revolución y Poder constituyente que, hoy, solo serían ejecutables a través de lo que llama una estrategia de asalto a las fronteras del Derecho.
El hombre formado empíricamente nos dirá que en realidad son muy pocas las situaciones en que todas las culturas se pueden reglamentar racionalmente de una sola y única manera.
Se plantea la cuestión de cómo se puede llegar de un modo epistemológicamente correcto a este conocimiento de la esencia. A este objeto haría falta un punto de apoyo del pensamiento condicionado cultural e históricamente, cosa que evidentemente no existe. Añádase a esto que de una definición tan general de la esencia sólo se podrían deducir principios sumamente generales de la acción.
Una propuesta de ley que todo abogado debe conocer.
Este libro es un atrevimiento. Ya que pretende cuestionar y derribar conceptos de practicas centenarias en la consideración de El Domicilio. En el ejercicio profesional nos quedamos en definiciones, alejados de la realidad del individuo, que debe ser el eje central del bien jurídico, una cosa es el texto otra la aplicación del mismo.
Como cualquier otro profesional, el abogado se ve sometido a un marco normativo que, concebido en el más amplio sentido, comprende exigencias de naturaleza deontológica, ética, moral y estrictamente jurídica. Conocer este marco, estatuto o sistema es tarea que trasciende el mero conocimiento de cada una de las normas que lo integran. Requiere, antes bien, tomar conciencia de la particular configuración de cada una de ellas en función de su adscripción categorial, es decir, de la esfera, o esferas, a que legítimamente pertenece. A ello busca contribuir la presente investigación, definiendo y delimitando los mencionados órdenes y caracterizando, con fundamento, en los resultados obtenidos, el régimen normativo del abogado español en el tiempo presente.
A la luz de lo que a finales del siglo XIX ya empezó a ser considerado como un procedimiento censurable moral y jurídicamente, Domenico Giurati –cercano al postulado de Paul Bourget que afirmaba que el plagio es siempre culpable por ser un delito contra el honor profesional, como la deserción del soldado frente al enemigo o la falsedad de una letra de cambio para el comerciante– escribió esta especie de vademécum en el que se registran no solo algunos de los casos más famosos de plagiarismo habidos en el mundo de la cultura, sino también otros menos conocidos en los que los mejores escritores y artistas copiaron sin ningún escrúpulo a los más oscuros literatos. Las polémicas surgidas al hilo de las acusaciones de plagio a autores de la talla de Wagner, Teófilo Gautier, D’Annunzio, Edmundo de Amicis, Flaubert, Tolstói, Nietzsche, san Ignacio de Loyola o Dante, son tratadas en este ocurrente libro con igual espíritu ameno que rigor. Sin duda, un gran acierto editorial que Renacimiento recupere, más de un siglo después de su publicación, esta magnífica obra que no dejará indiferente al lector de hoy. Ricardo Álamo