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EL PLANETA DE LOS HONGOS

Aparecieron (¿llegaron?) aquí millones de años antes que nosotros. Existen cientos de miles de especies, de las cuales solo conocemos un pequeño porcentaje. Su estrategia consiste en crear relaciones estrechas de convivencia, depredación y cooperación con sus ecosistemas. Cuentan con una inquietante mente desincorporada que se comunica a grandes distancias, entiende su entorno y planea cómo ocuparlo. Son fundamentales para la flora y la fauna: de no ser por ellos los suelos no estarían fertilizados y la materia muerta no se descompondría, con lo que la acumulación de desperdicios sería incontrolable. Sin ellos no habría bebidas alcohólicas, ni penicilina, ni cientos de medicamentos indispensables. Por si todo esto no bastara, algunos de ellos producen, sin que nadie sepa para qué, sustancias sin función aparente pero que cuentan con propiedades psicodélicas que logran franquear la rígida frontera hematoencefálica: es decir, que al ser ingeridas alteran la percepción y las funciones mentales.
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EL PODER DE LAS PALABRAS

Nuestra mente es mucho más maleable de lo que pensamos. Aunque nos resulte sorprendente, conservamos durante toda la vida la misma capacidad de aprender que teníamos cuando éramos niños. Lo que sí perdemos con el paso del tiempo es la necesidad y la motivación para aprender, de modo que vamos construyendo sentencias sobre lo que no podemos ser: el que está convencido de que las matemáticas no son lo suyo, la que siente que no nació para la música, la que cree que no puede manejar su enfado y el que no puede superar sus miedos. Demoler estas creencias es el punto de partida para mejorar cualquier cosa, en cualquier momento de la vida. Esta es la buena noticia: se pueden cambiar ideas y sentimientos, aun aquellos que están profundamente arraigados. La mala noticia es que para transformarlos no basta con proponérselo. Así como concluimos a la velocidad de un rayo si una persona nos parece confiable, inteligente o divertida, también los juicios sobre nosotros mismos son precipitados e imprecisos. Ese es el hábito que tenemos que aprender: el de hablar con uno mismo. Por suerte, la mala noticia no es tan mala. Disponemos de una herramienta simple y potente: las buenas conversaciones. Mezclando neurociencia, historias de vida y mucho humor, este libro explica cómo y por qué estas buenas conversaciones mejoran la toma de decisiones, las ideas, la memoria y la vida emocional y, así, pueden cambiar tu vida. Con ilustraciones de Javier Royo
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EL PODER DE LAS PALABRAS (BOL)

Nuestra mente es mucho más maleable de lo que pensamos. Aunque nos resulte sorprendente, conservamos durante toda la vida la misma capacidad de aprender que teníamos cuando éramos niños. Lo que sí perdemos con el paso del tiempo es la necesidad y la motivación para aprender, de modo que vamos construyendo sentencias sobre lo que no podemos ser: el que está convencido de que las matemáticas no son lo suyo, la que siente que no nació para la música, la que cree que no puede manejar su enfado y el que no puede superar sus miedos. Demoler estas creencias es el punto de partida para mejorar cualquier cosa, en cualquier momento de la vida. Esta es la buena noticia: se pueden cambiar ideas y sentimientos, aun aquellos que están profundamente arraigados. La mala noticia es que para transformarlos no basta con proponérselo. Así como concluimos a la velocidad de un rayo si una persona nos parece confiable, inteligente o divertida, también los juicios sobre nosotros mismos son precipitados e imprecisos. Ese es el hábito que tenemos que aprender: el de hablar con uno mismo. Por suerte, la mala noticia no es tan mala. Disponemos de una herramienta simple y potente: las buenas conversaciones. Mezclando neurociencia, historias de vida y mucho humor, este libro explica cómo y por qué estas buenas conversaciones mejoran la toma de decisiones, las ideas, la memoria y la vida emocional y, así, pueden cambiar tu vida.
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EL PODER DESCONOCIDO DE LAS HORMONAS

Nuestras hormonas nos moldean en cada etapa de nuestra vida, desde el segundo en que somos concebidos hasta el momento en que exhalamos el último aliento. Son esenciales para nuestro sistema inmunitario, el sueño, la digestión, el hambre, los niveles de estrés y mucho más. Cuando nuestros sistemas hormonales se descontrolan, pueden causar estragos en nuestra salud y nuestro bienestar, y sin embargo la mayoría de nosotros sabemos muy poco sobre el gran poder de nuestros mensajeros químicos. Max Nieuwdorp, una autoridad mundial en hormonas, explora el papel que estas desempeñan desde los primeros años hasta la pubertad, el embarazo y la vejez, combinando historias de su vida cotidiana en el trato a sus pacientes con la asombrosa y vanguardista ciencia médica.
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EL PUENTE DONDE HABITAN LAS MARIPOSAS

Nazareth Castellanos te deja claro, casi como si te contara un cuento, que ni sospechamos la relación que hay entre nuestro cerebro y el resto de nuestro cuerpo». Borja Hermoso, La conversación infinita El cerebro es un órgano plástico, que puede ser esculpido con la intención y la voluntad como herramientas. Conocer su capacidad para aprender y adaptarse al entorno es descubrir aquello que nos construye desde fuera. Pero, paradójicamente, es esa misma plasticidad neuronal la que nos brinda la oportunidad de transformarnos desde dentro.
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EL RASTREADOR

Galileo Galilei creía que la naturaleza era «un libro abierto», pero por desgracia sólo supo leer en él patrones matemáticos que nos han legado una visión estrechamente materialista y antropocéntrica, dominante hasta hoy. Por el contrario, este libro te enseñará a leer la naturaleza de un modo radicalmente distinto, mediante el cual el observador, de hecho, termina por hacerse uno con aquello que observa, desafiando el modelo occidental del conocimiento. Para ello viajamos a Yellowstone, donde, entre bosques y géiseres, Baptiste Morizot convive en armonía con osos que apenas unas semanas antes han devorado a un médico de urgencias. De allí saltamos a las altiplanicies nevadas y los valles glaciares de Kirguizistán, donde el autor persigue la pista de un leopardo de las nieves, o a las estepas del Haut-Var, donde a rebufo de una manada de lobos se encuentra con lo insospechado. Pero ¿cómo se establece esa otra manera de convivir con los animales que tantos de nosotros deseamos? ¿Con qué método se restablecen esas antiguas relaciones, ese contacto íntimo y espiritual que tenían con ellos nuestros ancestros? Rastreándolos. ¿Rastreándolos? Sí, porque rastrear ―nos explica Morizot desde la teoría y la práctica― es el arte de conocer cómo habitan el mundo los demás seres vivos. Rastrear es reencontrar una realidad preñada de signos y sentido, donde sentirse «en casa» no nos convierte en avaros propietarios, dueños de la naturaleza, sino en cohabitantes maravillados. Rastrear es transformarse, metamorfosear el propio yo. Allí donde el cazador sólo pretende descubrir el lugar de la emboscada, el auténtico rastreador lee en las huellas del oso, el leopardo y el lobo aquello que Galileo se perdía: la historia de sus pensamientos y sus emociones, de sus inquietudes y sus esperanzas. Así nos desprendemos poco a poco de las restricciones de la mirada humana, activamos las capacidades de un cuerpo distinto y, a veces, contra toda lógica, «llegamos a sentir que nos hemos convertido en el animal».
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