¿Cómo influirán los robots en la vida de la humanidad? ¿Qué papel desempeñarán en un futuro más o menos lejano estos extraños mecanismos creados por el hombre casi a su imagen y semejanza? El autor nos brinda aquí unas narraciones que, sin lugar a dudas, moverán a reflexión.
Ridge y Sydney no pueden creerse que al fin puedan estar juntos. La relación entre Warren y Bridgette sigue tan tumultuosa como siempre y Maggie va trampeando con su enfermedad. Convencida de sacar el máximo partido a su vida decide saltar de un avión en paracaídas cuando conoce a Jake. Al prepararse para su cita con él, encuentra una vieja lista de deseos y decide que tal vez ahora ha llegado el momento de cumplirlos.
Mientras Maggie pone al día de sus aventuras a Ridge, a Sydney le cuesta no sentirse celosa por la amistad que aún existe entre ellos. Pero si quiere que su relación funcione, va a tener que asumirlo o alejarse de él para siempre.
A los veintidós años, Sydney lo tiene todo: el novio perfecto, un futuro brillante y un bonito apartamento que comparte con su mejor amiga. Pero todo cambia el día en que Ridge, su misterioso y atractivo vecino músico, le advierte de que su novio la engaña con su mejor amiga y Sydney debe decidir qué hacer con su vida. Sólo con lo puesto y sin recursos, Ridge la acoge en su casa y no deja de sorprenderla. Sydney vibra cuando él toca sus hermosas melodías y, aunque el corazón de Ridge está ocupado, él no puede ignorar que ha encontrado a su musa. Cuando finalmente se den cuenta de que se necesitan, entenderán que los sentimientos no pueden traicionar al corazón.
A los veintidós, Sydney tiene una vida fantástica: está enamorada de su novio Hunter y comparte piso con su mejor amiga Tori. Pero todo cambia cuando descubre que él la engaña y debe tomar una decisión. Sydney se siente fascinada por su misterioso vecino Ridge. No puede dejar de escucharlo cuando toca la guitarra desde su balcón. Mientras, Ridge ve algo en Sydney que no puede ignorar.
Cuando a Warren le ofrecen la oportunidad de tener una compañera en un piso donde solo vivían chicos, acepta inmediatamente, ya que cree que puede ser interesante. Las dudas nacen cuando su nueva compañera de piso resulta ser Bridgette, una chica aparentemente fría y calculadora. ¿Podrá Warren descongelar el corazón de Bridgette? ¿Será ella capaz de aprender a amar? Tal vez algún día. Tal vez nunca.
Tras un desengaño amoroso, Elisa está decidida a retomar las riendas de su vida e ir tachando propósitos de su lista de objetivos: seguir siendo la mejor en su empleo, casarse, formar una familia, mudarse a una bonita casa a las afueras… ¿El problema? Todavía no ha conocido al futuro padre de sus hijos. Pero ella no es de las que se rinden tras un fracaso y tiene muy claro qué tipo de hombre desea a su lado. Para empezar, uno que no se parezca en nada al abogado con el que debe competir en su trabajo, ese que está poniendo a prueba toda su paciencia.
Jack Helker es tan atractivo como borde. A pesar de su sonrisa insolente y de que es el típico hombre que debería venir con un cartel en la frente en el que pusiese «no tocar», Elisa es incapaz de ignorar el deseo que siente cada vez que él está cerca. Y, entre rocambolescas citas, Froot Loops y noches imprevistas, empezará a reconsiderar que a veces «perder el control» también tiene sus ventajas.
«Quizá la princesa no encuentre a un caballero a lomos de un corcel cuando se asome a la ventana de la torre, pero tal vez sí tropiece con un seductor chico de ojos grises el día que se atreva a dejar atrás los seguros muros del castillo».