Quizás hay un momento en la vida para leer esta novela.¿Ha llegado el tuyo?
«Querido lector, querida lectora, la novela que estás a punto de iniciar es una historia incómoda, quizás la más incómoda que he escrito hasta la fecha.
Una historia que solo se entiende a partir de cierta edad o de un determinado momento de la vida. Por eso hemos decidido indicarlo.
Al leerla puede que encuentres a esos fantasmas que siempre han estado a tu lado pero que no has querido ver. Pero también es posible que ocurra todo lo contrario: que salgas de esta historia con la felicidad de quien sabe valorar lo que tiene»
Y llegamos a un lugar que, aún a día de hoy, no sabría muy bien cómo definir. Quizá es ese sitio al que te trasladas cuando suena el timbre del recreo, o allí donde vamos al cerrar los ojos justo antes de soplar las velas, o el viento en el que flotamos al recibir uno de esos abrazos que nos sostienen el cuerpo, las dudas y los miedos...
¿Quién sabe? O quizá no era más que la parte trasera del armario en el que se había convertido mi vida: ahí donde se almacenan prendas que jamás volverás a ponerte pero que te da pena tirar.»
Por supuesto que alguien puede vivir en 445 m2, y seguro que conoces a mucha gente así. Personas que se desplazan por una celda sin estar presas; que se levantan cada día sabiendo que todo va a ser igual que ayer, igual que mañana; personas que a pesar de estar vivas se sienten muertas.Esta es la historia de un hombre que fue capaz de hacer realidad lo que por las noches imaginaba bajo las sábanas: empezar todo de nuevo. Lo hizo, pero pagó un precio demasiado alto. No obstante, si de verdad quieres saber cuál es el argumento de esta novela, mira tu muñeca izquierda: ahí está todo.
Lo cierto es que nunca he podido narrar –ni opinar– desde un lugar discreto, nunca he podido hacerme invisible, y para ser sincera tampoco lo he intentado. Amo la realidad que desenmascaramos en cada uno de nuestros actos. Amo la voluntad de asombro.
Creo que lo más honesto que puedo hacer literariamente es contar las cosas como las veo, sin artificios, sin disfraces, sin filtros, sin mentiras, con mis prejuicios, obsesiones y complejos, con las verdades en minúscula y por lo general sospechosas. Hacerlo de otra manera seria presuntuoso por mi parte. Estaría engañándome y engañándolos».
En Colección permanente, la autora de El corazón del daño nos permite acceder al centro neurálgico de su museo personal, donde figuran sus obsesiones, su preferencia por el desvío y su constante apuesta por una poética de la incertidumbre.
Mezclando la cita literaria, el reportaje apócrifo y la figura de un maestro imaginario con una escritura abierta a la inquietud y la intuición perturbadora, compone también su propia ética, casi un manifiesto que cuestiona el dogmatismo, la pretensión de originalidad y la banalidad de la conversación contemporánea alrededor de la literatura.
Comprender, comprender enteramente su propio corazón»: este podría ser el lema de las heroínas de Jane Austen, que lo aprenden en un intenso proceso condicionado por las circunstancias sociales y por los equívocos derivados de la noción de amor romántico. Casi todas ellas se equivocan, pero por primera vez en la historia de la literatura la equivocación -que da pie a tanto a situaciones cómicas como dramáticas- se ve como un derecho, hasta ahora reservado a los hombres, en el curso del aprendizaje de la vida. Con Jane Austen las jóvenes tienen, también por primera vez, el derecho a una segunda oportunidad.