En estos tiempos confusos, parece no haber día en que no se cuestione el papel que debe tener la filosofía en las aulas de secundaria y bachillerato, e incluso en la propia universidad. Aunque la cuestión viene de lejos, pues en sus comienzos ya se debatía sobre la relación de alguna de sus formas con la corrupción de menores, sorprende la insistencia de este cuestionamiento, habida cuenta de que los argumentos que se esgrimen en contra de la filosofía –escasa o nula utilidad, casi completa desvinculación del mercado de trabajo– también podrían dirigirse contra otras disciplinas no tan disputadas, no solo humanísticas, sino también científicas. A contracorriente de los argumentos al uso, este libro reivindica para la filosofía un papel decisivo en las aulas. Sin embargo, como deja claro el libro, no hay papel sin actores que lo interpreten: desde su propia experiencia docente los autores de este volumen proyectan su idea de lo que debe ser el profesor de filosofía, ese educador tan denostado.
Atravesamos una crisis del humanismo. El término está casi obsoleto. Su dificultad para respirar no proviene de discursos despectivos hacia el hombre, no nos equivoquemos. Es a través de la compasión como este nuevo humanismo, vaciado ya de sustancia, se extiende como un cáncer. Al querer ser mejor humano, sólo humano, demasiado humano, el hombre moderno genera quimeras. El nuevo hombre soñado por los regímenes fascistas o soviéticos era un anticipo del hombre aumentado con el que sueñan los transhumanistas; de la misma manera, el Untermensch (infrahumano, como llamaban los nazis a los no arios) encuentra hoy sus avatares en una muchedumbre que no se ajusta al proyecto deseado para la humanidad. La tentación de definir al hombre a partir de sí mismo lo relega a esa condición inferior. Sólo una imagen del hombre que lo salva impide esta división idólatra ¿Por qué?
Una filosofía para la vida
Desear la verdad nos hace humanos, pero ¿cómo encontrarla? Si nos abrimos al mundo, descubriremos que la vida está repleta de momentos en los que la verdad, esquiva pero ineludible, irrumpe para cambiar nuestra existencia.
Fruto de sus largas estancias en África, y de su conocimiento del continente, Teresa Langle reflexiona acerca de la vida, la pérdida, el dolor, el cuerpo y la felicidad.
Deudora de la prosa de María Zambrano, y arraigada en la más sólida tradición filosófica, Langle nos ofrece un ancla para fijar nuestra existencia, atrapada en los remolinos de la dura modernidad. La autora nos propone una «ética de la verdad»: la vida son destellos de libertad, y vivir con serenidad implica aprender a reconocerlos. Para ello, lo primero es frenar nuestro paso, tomar aire y dejar que el sosiego nos invada y nos muestre las fugaces maravillas del acontecer.
¿Qué es la lucidez? ¿Qué ventajas tiene el pensamiento lúcido? ¿Por qué nos engañamos, o engañamos a otros? ¿Qué relación hay entre lo que sentimos y lo que pensamos? La verdad, tan cuestionada, ¿es realmente versátil, manejable, modificable por un "cambio de opinión", o se mantiene en su posición, impertérrita, mientras tratamos de desconfigurarla según nuestros intereses? Tras doce años de trabajo combinando ciencia, filosofía y arte, el autor nos ofrece un libro ameno y riguroso, que proporciona esperanza y lucidez ante la pandemia relativista.
Una investigación erudita y literaria sobre el amor romántico, la crisis de la fe y los tentáculos del capitalismo en el siglo XXI.
«Solo puede quedar uno» es el mantra cuyo eco resuena en cada página de El Dios celoso, un ensayo que plantea un análisis literario de la monogamia; aborda una aproximación filosófica al devenir de la fe; y despliega una lúcida lectura de cómo los monstruos del capitalismo contemporáneo están embebidos de la fantasía de convertirse en genios raros, solitarios, únicos.
El siempre punzante y pertinente Antonio J. Rodríguez plantea un recorrido por distintas mitologías occidentales que retratan el deseo del ser humano de trascender sus propios límites. Finalmente, el genio creativo, el amor romántico o el monopolio capitalista aparecen aquí trenzados como diferentes figuras de una misma tradición, que radica en el imaginario religioso: «Todo el amor para un único ser».
Ramón Lobo permaneció fiel a su persona hasta el final: nos dejó escrita una despedida lúcida, plagada de optimismo y aceptación, una meditación sobre la experiencia vivida y el mundo legado
El culto a la vida ha eclipsado nuestra relación con la única verdad que existe: la de la muerte. La echamos del hogar y la encerramos en los hospitales, las clínicas y las funerarias. Ramón Lobo, sin embargo, no rehuyó de la realidad: tras ser diagnosticado con dos cánceres, el reconocido periodista y corresponsal de guerra decide hacer uso de su maravillosa pluma para diseccionar la muerte desde su propia experiencia. ¿Cuál es la naturaleza de nuestro temor hacia ella? ¿Cómo podemos afrontar
un futuro desolador? ¿Qué hacer con nuestros objetos más importantes? Estas preguntas universales, pero tan silenciadas y estigmatizadas en el «País de los Sanos», son las que irán resolviéndose en esta amalgama
agridulce de recuerdos, reflexiones, esperanza y resignación, en esta oda a
la vida que se dibuja serenamente en el marco de lo que le da valor: su propio fin. Pensión Lobo son unas memorias póstumas, un último ejercicio personal y al mismo tiempo colectivo, donde, a partir del testimonio, Ramón Lobo investiga la muerte desde un enfoque sociológico y la afronta desde su inminencia personal.