Smaug, por cierto, parecía dormido cuando Bilbo espió una vez más desde la entrada. Estaba a punto de dar un paso adelante y en ese momento alcanzó a ver un repentino y delgado rayo rojo bajo el párpado caído del ojo izquierdo de Smaug.
El mago Gandalf y una compañía de enanos han llevado a Bilbo muy lejos de la vida cómoda y despreocupada de Bolsón Cerrado, y el hobbit se encuentra
de pronto comprometido en una peligrosa aventura: robar el tesoro de Smaug el Magnífico, un dragón enorme y muy peligroso. Aunque interviene de mala gana, Bilbo sorprende a todos por su habilidad e inventiva.
Escrito por J.R.R. Tolkien para sus hijos, El hobbit tuvo un éxito inmediato cuando se publicó en 1937. Esta edición especial de 1997, ilustrada por Alan Lee, conmemora el sexagésimo aniversario de un gran clásico que se ha establecido a sí mismo como uno de los libros más influyentes de nuestro tiempo.
El Imposible Perdón. Permanecer indemne al impacto de losregímenes despóticos es excepcional, el principio exige adaptarse o perecer. La adaptación produce dos tipos de seres humanos: los cómplices desalmados y “los otros”. Entre “los otros” existen categorías: desde cobardes, hipócritas, cínicos, imprudentes, pragmáticos, hasta taimados y oportunistas. Los cobardes dañan, envilecen, convierten a sus víctimas en victimarios. En esta novela las historias de agravios y rencores se entrecruzan, danzan inventando venganzas porque el perdón es imposible.
Un terrible levantamiento del ejército contra la reina Isabel II tiñe de sangre y muertos las calles de Madrid y el horror campa por toda la ciudad. Entre cañonazos y disparos, una bailarina llamada Leonor y Mauro, un estudiante de Medicina, se ven envueltos en un homicidio que marcará sus vidas.
Para evitar la prisión o la muerte, Leonor se ve obligada a huir a La Habana, pero al llegar allí se da cuenta de que este supuesto paraíso no es lo que espera. Las plantaciones de azúcar y los ingenios esconden la tragedia de un esclavismo aún muy vivo. Y, entre los esclavos, reaparece Mauro, aunque puede que ya sea tarde para recuperar su amor. En un intento desesperado por escapar de ese infierno, ambos descubrirán que el ingenio donde se hallan oculta una cruel trama de asesinatos siguiendo un rito ancestral brutalmente feroz.
¡Vive la primera gran aventura de Ben y el joven dragón plateado Lung! Una travesía fascinante en la que la magia y la fantasía de Cornelia Funke nos vuelven a sorprender.
La tierra de los dragones en Escocia se ve amenazada por los humanos. Lung, un joven dragón, tendrá que buscar ayuda para encontrar La Orilla del Cielo, un valle en el Himalaya donde según la leyenda se escondieron los últimos dragones, y volar hasta allí en busca de refugio para los suyos.
Acompañarán a Lung en este viaje una duende, Piel de Azufre, y Ben, un joven sin familia. Juntos, y con la ayuda de otros personajes mágicos y originales, vivirán emocionantes aventuras y se enfrentarán a grandes peligros. El mayor de todos será el temible dragón Ortiga Abrasadora, creado por un alquimista medieval, que intentará por todos los medios seguirlos para devorar a todos los dragones que no ha encontrado a pesar de su empeño.
Los símbolos ejercen un fuerte control en el siglo XXI y lo han hecho durante miles de años. Desde emblemas nacionales a logotipos corporativos y emojis, nuestra vida cotidiana está repleta de iconos que hunden sus raíces en un pasado remoto. El experto historiador del arte Matthew Wilson traza las trayectorias, a menudo sorprendentes, que han seguido los símbolos a lo largo de la historia, desde sus propósitos originales hasta sus significados modernos, identificando los temas e ideas comunes que relacionan culturas aparentemente dispares. Así, nos encontramos con el halcón como símbolo de autoridad desde los antiguos faraones egipcios hasta la aristocracia medieval; el perro como compañero incondicional desde la época clásica hasta el Renacimiento; y la mítica ave fénix como símbolo de poder femenino que conecta a una reina inglesa con una diosa china. Desde las pinturas rupestres paleolíticas hasta obras artísticas contemporáneas, Wilson nos guía hábilmente por este mundo de símbolos, mostrando su perdurable capacidad para expresar poder, esperanza, miedo y fe, y para crear y comunicar identidades, uniendo —o dividiendo— a los pueblos que los crearon.