Fruto de su pasión por Irlanda, la 'Suite' de Rivero Taravillo rinde homenaje a una cultura que es también forma de vida
Desde su primera entrega, la poesía de Antonio Rivero Taravillo ha cultivado con regularidad la materia de Irlanda, un país y una cultura, incluida la lengua gaélica, que conoce como muy pocos entre nosotros. Es el tema, la pasión de una vida, sobre el que giran los poemas de esta Suite donde el autor ha reunido algunos poemas ya conocidos junto a otros nuevos—la gran mayoría del volumen—en los que retoma su profundo vínculo con los mitos, la historia, la literatura, la música y el arte de la verde Erín.
Anzu acaba de modelar y hornear un delicado jarrón de arcilla. Está satisfecha, lo exhibirá en su próxima exposición, y, como su forma le recuerda la de una campanilla, lo llama Suzuran. Porque Anzu es una joven y reputada ceramista consagrada al mundo de la loza tradicional japonesa. Está divorciada, vive con su hijo preadolescente y, por más que le insistan sus amigas, no quiere volver a enamorarse. Su apacible vida cotidiana, en una ciudad junto al mar del Japón y al pie del monte Daisen, se ve alterada de pronto cuando su hermana mayor, Kyoko, anuncia que tiene novio y que va a casarse. Lo cierto es que la relación entre las dos hermanas no es muy estrecha; en realidad, sus personalidades son casi opuestas. Y Kyoko viajará en breve desde Tokio para presentar a su prometido a toda la familia.
Una historia que construye un mosaico familiar alrededor de la persecución de los judíos ucranianos en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial. Cada generación de escritores en Alemania produce en algún momento el gran texto generacional sobre el nazismo. Ahora es el momento de la camada de escritores de origen eslavo cuyas familias, por diferentes motivos, emigraron a Alemania después de la caída del muro. Dado que se trata de hechos históricos suficientemente establecidos, lo que ofrece este texto es una brillante y conmovedora narración que renueva la experiencia estética vinculada a aquellos hechos.
A los veintidós años, Sydney lo tiene todo: el novio perfecto, un futuro brillante y un bonito apartamento que comparte con su mejor amiga. Pero todo cambia el día en que Ridge, su misterioso y atractivo vecino músico, le advierte de que su novio la engaña con su mejor amiga y Sydney debe decidir qué hacer con su vida. Sólo con lo puesto y sin recursos, Ridge la acoge en su casa y no deja de sorprenderla. Sydney vibra cuando él toca sus hermosas melodías y, aunque el corazón de Ridge está ocupado, él no puede ignorar que ha encontrado a su musa. Cuando finalmente se den cuenta de que se necesitan, entenderán que los sentimientos no pueden traicionar al corazón.
Tras un desengaño amoroso, Elisa está decidida a retomar las riendas de su vida e ir tachando propósitos de su lista de objetivos: seguir siendo la mejor en su empleo, casarse, formar una familia, mudarse a una bonita casa a las afueras… ¿El problema? Todavía no ha conocido al futuro padre de sus hijos. Pero ella no es de las que se rinden tras un fracaso y tiene muy claro qué tipo de hombre desea a su lado. Para empezar, uno que no se parezca en nada al abogado con el que debe competir en su trabajo, ese que está poniendo a prueba toda su paciencia.
Jack Helker es tan atractivo como borde. A pesar de su sonrisa insolente y de que es el típico hombre que debería venir con un cartel en la frente en el que pusiese «no tocar», Elisa es incapaz de ignorar el deseo que siente cada vez que él está cerca. Y, entre rocambolescas citas, Froot Loops y noches imprevistas, empezará a reconsiderar que a veces «perder el control» también tiene sus ventajas.
«Quizá la princesa no encuentre a un caballero a lomos de un corcel cuando se asome a la ventana de la torre, pero tal vez sí tropiece con un seductor chico de ojos grises el día que se atreva a dejar atrás los seguros muros del castillo».
Me llamo Nick Klain y soy fotógrafo de moda. El mejor, si me aceptas la matización, y he hecho de mi carrera mi vida. No quiero líos amorosos que me desconcentren, numeritos de celos innecesarios y, mucho menos, relaciones duraderas que me hagan sentir con el agua al cuello. Solo hay un problema que se carga toda mi teoría y es que estoy loco por Ada, una miembro de mi equipo. Supongo que te preguntarás por qué me niego algo que deseo tanto. La respuesta es simple: sé que con ella no sería solo sexo y querría más, mucho más, y eso no es una opción para mí. Pero estoy cansado de ignorarla y solo deseo descubrirla, así que me encuentro nadando entre dos aguas o estancado en el fango, defínelo como quieras.
Si te decides a vivir nuestra historia tienes que saber varias cosas: no soy perfecto ni pretendo serlo, no voy a ponérnoslo fácil y, aunque he empezado hablando yo, ella tiene mucho que decir.