Cuando se lee Alicia en el País de las Maravillas, se puede imaginar al autor caminando al lado de las niñas, las tres hermanas para las que inventó el cuento, improvisando continuamente. Como buen profesor acostumbrado a llenar pizarras de números, su relato no pierde el hilo, siempre resulta coherente, dentro de lo absurdo que está contando, y se siente animado por las miradas chispeantes de las pequeñas. Cuando se sientan para descansar, o mientras toman un refrigerio para recomponer fuerzas, prosigue el relato, que ya no se detendrá hasta llegar a su hija.
Respondiendo al espíritu enciclopédico y totalizante que caracteriza toda la escritura del marqués de Sade, en sintonía con el siglo al que pertenece, Aline y Valcour no solo pretende ser la novela filosófica, sino que se construye como una auténtica macronovela o compendio narrativo que abarca los principales géneros narrativos y registros de escritura del siglo XVIII: todo ello utilizando como soporte el género epistolar.
Anna Karenina es, junto con la monumental Guerra y paz, una de las obras clave Lev Tolstoi, en la que vemos todas las señas de identidad del gran realismo ruso: fina crítica social y multitud de personajes con una profundidad psicológica asombrosa. Las desventuras de Anna Karenina y su afán por integrarse en una sociedad hipócrita que la margina por adúltera, pero perdona los desmanes de su amante, nos hacen reflexionar sobre la invisibilización de la mujer a la par que nos ofrecen un fresco monumental de la Rusia decimonónica y todas sus contradicciones.
En 1869 se publicó Aquellas mujercitas, la segunda parte de Mujercitas, donde los protagonistas tienen ya una vida adulta. La novela alcanzó de inmediato un gran éxito. A pesar de la fama y la prosperidad económica, Louisa no consiguió ser feliz, debido a su mala salud y a sus frustraciones. La fuerte demanda de más libros como Mujercitas y Aquellas mujercitas la encerraron en un estilo doméstico y poco satisfactorio para la sensibilidad de nuestra escritora. Este mismo año se unió a las sufragistas de Nueva Inglaterra, hecho que se reflejará en sus escritos, ya que defenderá ene más vehementemente que nunca los derechos de la mujer.
LOUISA MAY ALCOTT (Germantown, Pensilvania, 1832-Boston, 1888). Desde muy joven estuvo influenciada por los escritos de los autores trascendentalistas, pero los tropiezos económicos de su padre la obligaron a trabajar para mantener a su familia, realizando labores de empleada de hogar, costurera, maestra y enfermera durante la guerra de Secesión, en Georgetown. Louisa May Alcott escribió doscientas setenta obras que van desde la poesía hasta la tragedia y del género infantil al de adultos.
Considerado uno de los castrati más famosos del siglo XVIII, Farinelli cuenta en primera persona su vida, de la mano de la historiadora y escritora Vega de Martini (1949), a través de un jugoso texto que revela las aventuras del cantante napolitano. Sus estancias en Roma, Viena, Londres, Madrid, Bolonia. La gran amistad con Metastasio, el amor por Teresa Castellini, el estigma de la castración, los desvelos por las óperas, las afinidades y recelos de los artistas cortesanos, el desapego y la familiaridad trazan un panorama en el que resalta la enorme profesionalidad del astro italiano. El ensayo lo completa un epílogo de Bonet Correa, que abrocha con su sabiduría el retrato de Farinelli.
Los poemas que William Blake reunió en el manuscrito que se publica en este volumen constituyen sin duda el mejor resumen posible de su producción literaria. Siguiendo la tradición de nombrar un poemario con el título de su texto más célebre, hemos optado aquí por llamar "Augurios de inocencia" a este importante conjunto de obras blakeanas.