Para ser una esclava en el Saint-Domingue de finales del siglo XVUI, Zarité había tenido buena estrella: a los nueve años fue vendida » Toulouse Valmorain, un rico terrateniente, pero no conoció ni e agotamiento de las plantaciones de caña ni la asfixia y el sufrimiento de los trapiches, por- ^ que siempre fue una esclava doméstica. Su bondad natural, fortaleza de espíritu y honradez le permitieron compartir los secretos y la espiritualidad que ayudaban a y^:^- . sobrevivir a los suyos, los esclavos, y conocer las miserias de los amos, los blancos.
Zarité se convirtió en el centro de un microcosmos que era un reflejo del mundo de la colonia: el amo Valmorain, su frágil esposa española y su sensible hijo Maurice; el sabio Parmentier; el militar Reíais y la cortesana mulata Violette; Tante Rose, la curandera; Gambo, el apuesto esclavo rebelde... y otros personajes de una cruel conflagración que acabaría arrasando su tierra y lanzándolos lejos de ella.
Al ser llevada por su amo a Nueva Orleans, Zarité inició una nueva etapa en la que alcanzaría su mayor aspiración: la libertad. Más allá del dolor y del amor, de la sumisión y la indepen-dencia»de sus deseos y los que le habían impuesto a lo largo de su vida, Zarité podía contemplar su existencia con serenidad y concluir que había tenido buena estrella.
Jules Verne quizá lograra con La isla misteriosa su novela más intrigante y entretenida. La presente edición, en magnífica traducción de Teresa Clavel, se complementa con la introducción de Constantino Bértolo, uno de los críticos literarios más prestigiosos de las letras hispánicas contemporáneas.
Érase una vez un pueblo donde las noches eran largas y la muerte contaba su propia historia.
En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba el acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar del horror de la guerra.
Al cabo de un tiempo, la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras.
Con estas palabras se escribió una historia hermosa y cruel que ahora ya es una novela inolvidable.
La lámpara (1946) es la segunda novela de Clarice Lispector y, como el objeto que lleva por título, deslumbra hasta cegar, a la vez ilumina aspectos cruciales de la narrativa de la siempre personalísima autora brasileña. Reducido a su núcleo esencial, el texto cuenta la historia de un probable incesto ;el de los hermanos Virgínia y Daniel; y de una soledad segura, la de ella, que con su aislamiento distorsiona todas las formas de lo real, enfrentándose y enfrentándonos a la evidencia de la fragilidad de nuestra manera de relacionarnos con los demás y con el mundo. Porque la mirada de Virgínia no hace concesiones y penetra hasta esos rincones del yo que los adultos convenimos desde siempre en ocultar. Por eso, cuando llega el sorprendente y rápido desenlace de la trama, todos asentimos al unísono, comprendiendo de inmediato que era el único final posible.
Milan Kundera se sirve a la vez de una novela francesa del siglo XVIII y de una excursión que a él y a su mujer se les antoja hacer a un castillo de Francia convertido en hotel, para ir dando vida a una serie de personajes del pasado y del presente que terminan coincidiendo en un congreso de entomólogos que se celebra en sus salones. Personajes e historias de ayer y de hoy van entrelazándose de tal manera que a nadie sorprendera, por ejemplo, que un hombre enfundado en un casco de motociclista, azorado e impaciente, se aleje en su moto a toda velocidad, mientras otro, con una peluca blanca, adormilado y ensimismado, se sube a una calesa que parece salida de una estampa del pasado : el primero desea sin duda dejar algo tras de sí a toda prisa ; el segundo, en cambio, parece disponerse a rememorar, al paso lento del caballo, la noche que acaba de pasar con la intrigante y seductora Madame de T.
Recién destinado a la Unidad de Homicidios de la Policía Metropolitana de Tokio, el inspector Kosuke Iwata se hace cargo de un caso tan perturbador como complejo: una familia de cuatro miembros ha sido asesinada despiadadamente en su propia casa el día de San Valentín. Y lo más desconcertante es que el autor del brutal homicidio ha dejado unas cuantas pistas para los investigadores. Iwata, que cuenta con la ayuda de la joven policía Noriko Sakai, no deja de preguntarse por los extraños elementos ceremoniales de esa terrible tragedia, que apuntan a un sacrificio ritual, y qué fue lo que llevó al afamado Hideo Akashi, el anterior investigador, a suicidarse saltando desde el emblemático Puente del Arcoíris al poco de empezar las pesquisas.
En el escenario del crimen, Iwata y Sakai encuentran un escalofriante sol negro pintado en el techo de la habitación. El inspector aún no ha podido desentrañar el significado de ese dibujo, pero el mensaje está muy claro: «Estoy aquí. No he terminado.» Convencido de que la búsqueda no ha hecho más que empezar, que hay mucho más detrás de ese baño de sangre y que el asesino volverá a matar, Iwata hará todo lo posible para dilucidar un misterio que tiene aterrorizada a la población y ha puesto en jaque a las autoridades del país. Amenazado por sus superiores con ser apartado del caso y asediado de noche por escabrosas pesadillas y por la letra de una canción, Iwata se sumergirá en los bajos fondos de la ciudad y viajará de Tokio a Hong Kong en un asombroso periplo contra el reloj para averiguar quién va a ser la siguiente víctima del asesino del Sol Negro.
Desde su espectacular comienzo hasta las sombrías revelaciones del pasado de su atormentado héroe, La luz azul de Yokohama es un thriller absorbente y adictivo que, a través de la deslumbrante luz azul de Tokio, nos sumerge en un mundo tan rutilante como descarnado que mantiene al lector en vilo hasta el sorprendente final.