Un elogio de la felicidad y del amor sin condiciones.
Han pasado seis meses desde la muerte de mi madre. No he sido capaz de afrontarla hasta que un desconocido ha aparecido en mi vida de una manera sorprendente, apremiándome para que resuelva los asuntos pendientes. He de aceptar una herencia que, aunque resolverá mi vida, me atará definitivamente a la de mi familia. No estoy segura de que sea eso lo que quiero: perder mi independencia. Además, no es algo simple, nada de firmar unos papeles en el notario, no. Primero he de instalarme en su casa durante tres meses y seguir las instrucciones que me ha dejado en seis cartas. ¿Por qué tanto misterio? ¿Quién es este Paul Dombasle que, también fallecido, me ha traído hasta París para hacerme un regalo extremadamente valioso? ¿Y mi madre? ¿Quién era realmente mi madre?
Con estas preguntas comienza para Miranda Herrera un camino lleno de misterio, descubrimiento, peligro y «días rojos» —esos en los que de repente tenemos miedo y no sabemos por qué—, que la llevará, a través de las extraordinarias vidas de su madre y de su abuela, al amor sin ataduras ni convenciones que tantos se empeñan en negar.
«Ésta es la historia de un hombre que sin saberlo fue su siglo y la de un lugar que se condensa aquí en un nombre propio; Germán Alcántara Carnero. Una historia de violencia incontenible y natural que exige ser contada como una biografía discontinua y que no debía empezar aquí»
Así comienza El cielo árido, la historia de Germán Alcántara Carnero: de los hombres y las mujeres que vivieron a su lado y de la meseta en la que Monge destila las esencias de una Latinoamérica salvaje. Un lugar árido, donde las únicas constantes parecieran ser la soledad, la violencia, la lealtad y la lucha cotidiana por hacerse con una escala de valores que dote de sentido a la existencia.