Por tratarse del fenómeno más universal, la muerte ha despertado el interés de un amplio espectro de especialistas: médicos, demógrafos, sociólogos, teólogos, moralistas, filósofos y, por supuesto, historiadores. La definida hace años como " nueva historia " hizo de la muerte en el occidente medieval uno de sus temas estrella. En ese mundo se forjaron muchos de los sentimientos y normas que habían de rodearla, y algunos de sus rasgos se han conservado hasta día de hoy. A tal problemática va dedicada esta obra planteada como un estado actual de la cuestión.
La filosofía no debe ser una rutina académica, sino un arte de vivir, y todo arte de vivir comporta un arte de morir.
Según Costica Bradatan, la filosofía no debe ser una rutina académica, sino un arte de vivir, y todo arte de vivir comporta un arte de morir. El autor repasa en este libro pionero las circunstancias de una galería de personajes (Sócrates, Hipatia, Tomás Moro, Giordano Bruno y Jan Patočka) que murieron por defender sus ideas en un momento decisivo. A algunos se los juzgó y condenó por no aceptar las reglas del poder establecido. Otros murieron dilapidados por la multitud enfurecida (Hipatia) o a raíz de los interrogatorios de la policía (Patočka). Bradatan repasa asimismo a algunos pensadores (Montaigne, Heidegger, Simone Weil) que reflexionaron sobre la muerte y la condición humana. Por otro lado, no es lo mismo morir por una idea filosófica que morir por una causa religiosa, lo que nos obliga a observar a los mártires cristianos y a los terroristas suicidas. Además, el mártir está condicionado por su vocación y su muerte acaba siendo tanto una consecuencia de sus ideas como una puesta en escena de su propia posteridad. Bradatan insinúa el aspecto teatral por todas partes, y la sección final de este ensayo no tiene desperdicio, porque ¿qué hay detrás de la decisión de defender las propias ideas hasta la muerte? ¿Es valentía, honradez, lavado de cerebro, locura o simple ambición?
El punto de partida del autor es un hecho de lo más común: en pleno fin de semana y a altas horas de la noche recibimos un e-mail del trabajo, lo leemos y lo respondemos. ¿Qué nos lleva a responderlo como si fuera una verdadera llamada a las armas? ¿Cómo es posible que, tantas décadas después y en tiempos de paz, se haya cumplido el ideal de la «movilización total» expresado por Ernst Jünger en los años treinta?
No cabe duda de que la relación establecida entre tecnología y ser humano es desigual. Sin embargo, Ferraris se aleja de la visión para la cual detrás de la emergencia tecnológica hay una estrategia de dominación y aborda esta cuestión desde el punto de vista del Nuevo Realismo. Propone una antropología del homo cellularis, que acepta inicialmente la concepción del ser humano en tanto que ser técnico y por lo tanto, constitutivamente dependiente y alienado para luego deconstruirla, abriendo así la posibilidad a un panorama realista de emancipación que no descuide el programa de la Ilustración y el Humanismo.