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LOS MONOCULTIVOS QUE CONQUISTARON EL MUN

A través de la historia de tres monocultivos que están entre los más importantes del agronegocio a nivel mundial –caña azucarera, palma de aceite y soja– se plantea un recorrido por la historia de la agricultura, comenzando con la caña de azúcar, muy vinculada a la colonización y que en la América conquistada requirió de miles de esclavos en las plantaciones, desde las que se acumuló el capital que contribuyó a realizar la Revolución industrial. Hoy, la caña sigue siendo fundamental para economías como las de Brasil y Guatemala, y sigue asociada a trabajo en condiciones análogas a la esclavitud en las plantaciones. En los años 50 todo cambió con la Revolución Verde: legitimada por el discurso del necesario combate a la pobreza, en realidad para algunos campesinos esta revolución trajo más hambre y desigualdad, además de provocar daños medioambientales y una reducción de la biodiversidad. Algo que sucede todavía hoy cuando el monocultivo agroindustrial, con altos rendimientos basados en insumos tecnológicos –pesticidas, fungicidas–, penetra en territorios hasta entonces consagrados a la agricultura familiar, basada en el autoconsumo. Así ocurre con la palma de aceite, cuyos impactos serán analizados tras haberlos estudiado sobre el terreno en Camerún, Indonesia, Colombia, Ecuador y Guatemala. Después llegó otra revolución tecnológica llamada a cambiar, una vez más, la historia de la agricultura: la biotecnología. Las semillas «mejoradas» y patentadas prometían altísimas rentabilidades, como sucede en el caso de la soja transgénica de Monsanto, resistente al glifosato, un potente agrotóxico cuyos peligros para la salud ha reseñado la OMS. En Argentina, la soja ocupa un 60% de la superficie cultivable, y fueron los vecinos de áreas fumigadas desde el aire con glifosato –como las Madres del barrio cordobés de Ituzaingó Anexo– quienes dieron la voz de alarma sobre los casos de malformaciones fetales, abortos espontáneos y aumento de los casos de leucemia, asociados al glifosato.
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LOS MUCHOS CALLAN Y LOS POCOS GRITAN

Para las nuevas generaciones, Balmes es casi exclusivamente el nombre de una céntrica calle de Barcelona. Pero quizás porque nadie parece tener pretensiones de declararse ni balmesiano ni antibalmesiano ha llegado el momento de volver a leerlo, de comprender su mundo, de acercar sus ideas. Balmes fue el primer filósofo popular de la España contemporánea. Su palabra era escuchada en la corte, en el Parlamento, en la prensa y en las universidades, y su eco trascendió ampliamente nuestras fronteras. Quiso ser entendido e hizo lo posible para conseguirlo. Aspiró, como Sócrates, a hacer descender la filosofía del cielo a la tierra, pero también se empeñó en conceder dignidad a la vida prefilosófica del sentido común. Por esto mismo fue un precursor de la filosofía del mundo de la vida. 'Los muchos callan y los pocos gritan' recoge una representativa selección del pensamiento balmesiano en la que se nos anima a no limitarnos a tolerar lo tolerable, sino a convivir con el disidente, algo de lo que tanto carecemos hoy en día. «No renunciemos ―nos aconseja― a la búsqueda de la verdad. Si bien todo poder es, de una manera u otra, poco indulgente, su grado de intransigencia es la medida de su debilidad.»
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LOS NOMBRES SECRETOS DE WALTER BENJAMIN

Una gran parte de lo que se sabe de Walter Benjamin se debe a Gershom Scholem. Ambos fueron amigos de juventud, y entre 1915 y 1923, año en que Scholem emigró a Palestina, mantuvieron un trato casi diario. Después, hasta la muerte de Benjamin en 1940, intercambiaron una copiosa y rica correspondencia. Scholem, el más significativo investigador de la mística judía, dedicó muchos esfuerzos, en calidad de editor y comentador, pero sobre todo de historiador, a la interpretación del pensamiento de Benjamin, al que sitúa en la vecindad de Kafka y Freud, también escritores «judeo-alemanes», según Scholem, y «hombres de una tierra extranjera». Los tres textos que forman el presente volumen no solo ofrecen una semblanza del hombre y del pensador Walter Benjamin («el caso puro del metafísico»), además de constituir un recorrido crítico y atento por su obra. Más allá de esto, penetran en el corazón cifrado del mundo benjaminiano, cruce de experiencia personal y mesianismo, de dialéctica y mística, de vivencia cotidiana e historia. Ello queda de manifiesto en la lectura que hace Scholem de las dos versiones de «Agesilaus Santander», apunte de naturaleza autobiográfica escrito por Benjamin en Ibiza en agosto de 1933, donde trata de su lucha con el ángel y de sus nombres secretos.
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