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LA LENGUA RETORCIDA

He aquí un inagotable suministro de ocurrencias en el uso cotidiano de la lengua española, sabrosos episodios de su historia, manipulaciones de los incansables separatistas, ridiculeces de políticos y otros pedantes... Y lo más grave: perversas ingenierías lingüísticas de quienes, en España y en todo el mundo, pretenden imponer su tiranía mediante la censura de palabras e ideas. Y de postre, una sorprendente recopilación de esas meteduras de pata que cometemos todos los hispanohablantes, caudalosa fuente de despistes, genialidades y picardías promovidas desde hace siglos por el diablejo Titivillus. Aunque los asuntos aquí tratados sean todo menos irrelevantes, La lengua retorcida es tan enemigo de la corrección política, tan irreverente con los dogmas de la modernidad, tan incisivo y tan divertido que el lector acabará llorando de risa. ¡Y tanto en prosa como en verso! «Ya habrás comprendido, amigo lector, que te vas a embaular un libro destornillante. Así que ponte cómodo en tu butaca favorita y prepárate a disfrutar, que es gratis».
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LA LEYENDA NEGRA DE LARGO CABALLERO

El llamado «Lenin español» que se convirtió en el único obrero jefe del Gobierno de España y un líder esencial del siglo XX Francisco Largo Caballero fue un sindicalista y político, dirigente del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores. Fue el dirigente obrero más relevante en España y auténtico heredero del fundador, Pablo Iglesias, al tiempo que un dirigente de masas, ministro y presidente del Gobierno, promotor y mantenedor de proyectos societarios. La personalidad y la actuación de Largo Caballero fueron siempre complejas, poliédricas y contradictorias. Le tocó vivir tiempos convulsos en primera línea de la política: la dictadura de Primo de Rivera, la República y la Guerra Civil. Su liderazgo y sus decisiones han sido muy criticados y, su figura, desnaturalizada con frecuencia. En su calvario en el exilio clamaría: «Desde el año 1909, ¡treinta años!, no me he visto libre jamás de las garras de la policía y de los tribunales, y todo por el delito de tener ideas socialistas». Era marxista revolucionario pero también un reformador social y un sindicalista pragmático. Fue cinco veces concejal en el Ayuntamiento de Madrid donde combatió la corrupción al tiempo que dirigía la ejemplar Mutualidad Obrera. Desde la huelga general en España de 1917, que casi le llevó al paredón, pasó por etapas legalistas y rupturistas. Rehuyó la confrontación con la dictadura primoriverista pero se implicó en la llegada de la República en 1931 donde fue un gran ministro de Trabajo; en 1934 se embarcaría en la fracasada Revolución de Octubre. Con la llegada de la Guerra Civil se recurre a él para presidir el Gobierno desde el cual intentó disciplinar al ejército y mantener unidos a los republicanos. Enfrentado a los comunistas y a una parte de los socialistas, en 1937 fue obligado a abandonar el cargo y, en Francia, fue perseguido por los agentes franquistas hasta terminar en el campo de exterminio nazi de Oranienburg. Al regresar a Francia en 1945, con pocos meses de vida por delante, sintiéndose «más español y más socialista si cabe que nunca» defendió su propuesta de una Transición pacífica y sin revanchas. Esta vez tuvo el apoyo de Indalecio Prieto y del PCE pero ya era tarde para él... y para España.
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LA LIBERTAD DE EXPRESION

La libertad de expresión es la piedra de toque de todas nuestras libertades y, sin embargo, en los últimos años, cada vez está más en entredicho. Una nueva concepción de la "justicia social" basada en la identidad, que considera el lenguaje potencialmente violento, ha puesto en el orden del día dónde han de trazarse los límites de lo que es aceptable decir y se busca impedir la difusión de ideas cuestionables. En Europa se han promulgado leyes contra los "discursos de odio" y los gigantes tecnológicos están colaborando para imponer limitaciones al discurso público. Andrew Doyle aborda y da respuesta a estas preocupaciones, que, por bienintencionadas que parezcan, representan una amenaza para el principio más básico de nuestras libertades. Prólogo de Rebeca Argudo
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