Lo que aquí se cuenta constituye una de las grandes epopeyas del pasado siglo. En pocos años, Arthur Koestler (1905-1983) pasó de vender limonada en un bazar de Palestina a convertirse en uno de los intelectuales más controvertidos de su época. En el ínterin, bailó sobre el alambre, vivió romances breves y estrepitosos, vagabundeó, vio caer Málaga y París, sorteó embestidas y tempestades, espió y conspiró, sufrió detenciones y persecuciones, se jugó el pellejo en misiones secretas para la Internacional Comunista y fue uno de los primeros en documentar la intervención nazi en la guerra civil española. Siempre en conflicto, incómodo en sus zapatos, trató de dar con el Absoluto a través de la utopía, pero salió escaldado de todas las causas en que militó, y siguió caminando con paso firme por el filo de la navaja hasta que Franco lo condenó a muerte. Fue entonces cuando, después de años moviéndose en círculos, asistió al momento más trascendental de su existencia. En una oscura celda de Sevilla, a la espera de ser ejecutado, una experiencia mística lo atravesó de lleno, trastocándolo de raíz.
Este no es un libro de oráculos o vaticinios, sino las reflexiones de dos autores que consideran que estar informados es la mejor forma de navegar la indefectible ola de la inteligencia artificial. En una conversación tan lúcida como estimulante, el neurocientífico superventas Mariano Sigman y el emprendedor Santiago Bilinkis repasan el origen, las utilidades y los riesgos de esta tecnología. ¿Será una lámpara de Aladino o una caja de Pandora? ¿Cómo acercarnos al mejor escenario? ¿Estamos caminando al borde del precipicio? ¿Qué ocurrirá si la inteligencia artificial encuentra aquello en lo que somos más débiles? Si bien exponen las razones por las que debemos ser cautos y responsables, huyen del pesimismo y nos invitan a pensar que de este desafío podemos sacar nuestra mejor versión.
A Arturo Barea se le ve a menudo como un escritor espontáneo, apasionado contra la injusticia. En realidad, trabajaba sus escritos con cuidado y tenía un claro objetivo dual, tanto personal como político. Escribía la historia de su propia vida para intentar entender su crisis nerviosa en 1937 durante el sitio de Madrid y a la vez para mostrar las causas subyacentes de la Guerra Civil. Con percepción aguda, este chico autodidacta de Lavapiés, un barrio obrero de Madrid, que dejó la escuela con trece años, plasmó «lo que había olido, visto, palpado y sentido» en los tres tomos de su novela autobiográfica, La forja de un rebelde. Y al hacerlo retrató la sociedad española de las cuatro primeras décadas del siglo XX. Exiliado en Inglaterra durante los últimos 18 años de su vida, Barea publicó varios libros más. De hecho, el exilio le hizo escritor. Destacan sus ensayos de crítica literaria, Unamuno y el excelente Lorca, el poeta y su pueblo. Además, a diferencia del mundo de los sentidos que recrea en la trilogía, analizó las raíces de la ideología de Franco en Lucha por el alma española.