¿Qué ha de entenderse por totalitarismo? En esta obra rigurosa y amena, el autor hace una síntesis de los principales argumentos de esta cuestión, para deslindar y acotar a continuación el concepto centrando su análisis principalmente en la Alemania nazi y la Unión Soviética estalinista como paradigmas.
Si es evidente que el trabajo ya no es lo que fue, ¿cómo lo pensamos en pleno siglo XXI? ¿Podemos hacerlo sin caer en los lugares comunes de la tecnociencia, el teletrabajo o la inteligencia artificial? Este breve y poderoso libro demuestra que, para quebrar esas lógicas mercantilistas, es fundamental encarar una discusión política y filosófica alrededor de una pregunta inquietante:
¿cómo y por qué trabajar hoy?
Alain Supiot hace en estas páginas un llamado a dejar de pensar el trabajo como una actividad por la que se recibe un salario para poner en el centro de la cuestión a las personas y asegurarles una protección que no solo prevea la situación de desempleo, sino la formación permanente, las tareas de cuidado y el trabajo comunitario. Y lo hace sin postular el retorno a un mundo de pleno empleo que, a esta altura, se ha vuelto una utopía, sino en diálogo con el trabajo precarizado e informal que hoy nos es tan familiar.
En enero de 2011 uno de los abogados de Vicente Zambada Niebla, conocido como Vicentillo, quien enfrentaba un juicio en Chicago, contactó con la periodista Anabel Hernández para compartir con la periodista documentos y hechos que ampliaban y esclarecían episodios que había dado a conocer en su libro Los señores del narco. Entre los documentos a los que tuvo acceso se encuentran los diarios secretos realizados por Vicentillo durante las negociaciones para colaborar con el gobierno norteamericano en los que el capo reconstruyó su historia y la de una de las organizaciones de tráfico de estupefacientes más grandes del planeta.
A lo largo de estas páginas, la autora se adentra en el Cártel de Sinaloa a través del relato de Vicentillo, quien exhibe de manera descarnada cómo funciona el sistema interno que da vida a la organización criminal, la violencia, las mil formas de traficar droga y la complicidad entre políticos, empresarios y fuerzas del orden. Pero sobre todo devela el perfil de quien durante el último medio siglo ha sido el rey del narcotráfico. Quien nunca ha pisado la cárcel y quien desde su trono ha visto caer a amigos, enemigos, socios, competidores, familiares, empleados del gobierno y hasta sus propios hijos, sin que eso haga mella en su poder, el padre de Vicentillo: Ismael el Mayo Zambada.