Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fantasioso. Cuando Elon llegó a casa tras ser dado de alta del hospital, su padre le reprendió. "Tuve que escucharlo durante una hora mientras me gritaba, me llamaba idiota y me decía que era un inútil", recuerda.
El impacto psicológico que su padre le causó perduró. Se convirtió en un joven fuerte pero vulnerable al mismo tiempo.
A los humanos nos gusta pensar en nosotros mismos como criaturas racionales. Sin embargo, algunos de los momentos más excepcionales de la historia no tratan de acontecimientos sino de sentimientos: los orígenes de la filosofía, el nacimiento del cristianismo, la caída de Roma, la Revolución científica o los grandes conflictos bélicos del siglo XX no pueden entenderse sin las emociones.
Gracias a sus sólidos conocimientos en psicología, neurociencia, arte, filosofía y religión, Richard Firth-Godbehere hilvana un fascinante recorrido por la historia de la humanidad desde una perspectiva absolutamente original, un relato que explica cómo las emociones han modelado el mundo en el que vivimos con toda su complejidad, maravilla y diversidad.
La explosión populista no sólo recorre los movimientos populistas de más estricta actualidad, sino que busca sus raíces en corrientes del pasado, tanto estadounidenses como europeas. Con ello, demuestra el gran talento que tienen éstos para abordar y sobredimensionar problemas que, aunque pueden tener una parte veraz como las imperfecciones del siste democrático o la desigualdad económica, convierten en un discurso demagógico que con frecuencia resulta muy efectivo electoralmente. Y permite vislumbrar por qué el populismo nos acompañará durante mucho tiempo.