Durante la Antigüedad tardía, el culto a los santos y a sus reliquias se convirtió en un elemento clave de la identidad occidental, pero también en una ventana desde la que asomarse a la sociedad, la cultura y las creencias dominantes.
En este libro el lector es invitado a percibir los anhelos, las certezas y la gran valoración de los santos, invisibles compañeros cuya presencia sentían vívidamente los cristianos en general. A los santos se encomiendan sin excepción amos y siervos, devotos y laxos, ricos y pobres, en busca de la salud perdida, la justicia mancillada, la belleza ideal y la esperanza que se prolonga más allá de la muerte.
La lectura de estas páginas cuestiona en su raíz el «modelo de los dos niveles», según el cual las prácticas religiosas de las élites cultivadas poco tenían que ver con las «supersticiones» de las masas populares. Por el contrario, el culto a los santos afectó por igual a todas las clases; más aún, fue el motor que favoreció el desarrollo de la fe y que configuró una sociedad nueva, inicio de la Edad Media.
Esta obra, convertida en un clásico de los estudios históricos, ha sido enriquecida con un nuevo prefacio donde el autor responde a las críticas y matiza las conclusiones de su reconocida investigación.
El demonio de la depresión, que aparece ahora en una versión aumentada y revisada, es una obra fundamental que obtuvo el National Book Award y fue finalista del Premio Pulitzer. Solomon explora el fenómeno de la depresión a partir de su propia lucha contra la enfermedad y de entrevistas con otros enfermos, médicos y científicos, responsables políticos, investigadores farmacológicos y filósofos; así revela la sutil complejidad y la intensa agonía que la definen.
Este libro asume el reto de explicar la depresión y describe el amplio abanico de medicamentos disponibles, la eficacia de las terapias alternativas, y el impacto que la enfermedad tiene en distintos grupos sociales en todo el mundo y a lo largo de la historia. Solomon demuestra una sinceridad, una inteligencia y una erudición extraordinarias a lo largo de este viaje al más oscuro de los secretos familiares. Su contribución a nuestra comprensión de la enfermedad mental y también de la condición humana es asombrosa.
En nuestros días, lo urbano ha crecido hasta desbordar nuestra capacidad para la reflexión, la acción y hasta la imaginación. Sentido y fin de la industrialización, la sociedad urbana se ha ido conformando en su propia búsqueda de sentido y, en el camino, se ha topado con la filosofía, el arte y la ciencia, que no han podido evitar enfrentarse a este nuevo objeto y transformarse a sí mismas en el encuentro. Comprender lo urbano hoy implica trazar una estrategia de conocimiento inseparable de la estrategia política. Lefebvre invita a hacerlo sobre el eje de la puesta en práctica de un derecho: el derecho a la ciudad, a la vida urbana, condición para una democracia y un humanismo renovados.