La sociedad argentina está obsesionada con el diálogo, aunque las conversaciones sinceras son exiguas y las restricciones para lograr un acuerdo político son enormes. Ante la posibilidad de bajar los brazos, este libro se propone rescatar la ética que nos construyó como país y rebatir el ideario populista, funcional a las crisis recurrentes. Sin contenidos en debate y viviendo en una inestabilidad crónica, todo parece jugarse en un presente absoluto, privados de la riqueza que significa poder articular el hoy con el mañana. Es que el populismo no es solo un modelo de construcción de poder: es también una cultura. El autor desarticula las simplificaciones que hicieron de una nación creativa una sociedad de escapismo, recorre con lucidez nuestros retos más urgentes y ofrece claves para fomentar una práctica sociopolítica orientada a devolver la esperanza en el futuro. La Argentina es un país con problemas, pero también un lugar de sueños colectivos. Deconstruir el populismo es un llamado a desafiar el statu quo, a la vez que una invitación a reconciliar la política y romper el ciclo perpetuo de expectativas seguidas de frustraciones.
Verdades y leyendas de nuestra historia
Nadie pone en duda que durante tres siglos España dominó el mundo conocido y fue objeto de numerosos embates de todo tipo por parte de potencias rivales, pero ¿cómo se defendió de los ataques de sus enemigos? «Para estas batallas que nos amenazan», explicó don Quijote a Sancho Panza, «menester será estar bien mantenidos». Y España, ciertamente, estaba «bien mantenida»: los recursos a los que tenía acceso eran mayores que los de cualquier otra nación, ya que no provenían solo de la Península, sino de todos los rincones del planeta. Los exploradores, aventureros, soldados y financieros que hicieron posible su poder no solo fueron españoles y portugueses, sino que vinieron de todas las naciones existentes bajo el sol. Los ejércitos no fueron exclusivamente católicos, sino que, en momentos de crisis, miles de soldados protestantes estaban dispuestos a enrolarse en sus filas.
Esta es la historia de cómo una nación cultivó amigos y aliados tanto en la guerra como en la paz, y cómo, más allá de la leyenda antiespañola, el hecho incuestionable es que hubo ilustres personajes extranjeros que defendieron su carácter, su cultura, su reputación, su patrimonio histórico o sus costumbres, y se preocuparon por preservar un país que amaron y admiraron.
El prestigioso hispanista Henry Kamen invita al lector a explorar los asombrosos senderos de la experiencia imperial española.
Años atrás, actuando como Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el magistrado Sergio García Ramírez clamaba, en uno de sus memorables votos razonados, por una reforma de los procesos, sustentada en los requerimientos de las Constituciones nacionales así como en los instrumentos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que permitiera «montar un sistema de defensa verdadera y eficiente, que batalle por los derechos del inculpado, con la misma constancia y consistencia con que recomienda Ihering la lucha por el derecho» El ensayo que tengo el honor de prologar parece responder a la demanda del ilustre jurista mexicano, al desgranar los múltiples aspectos a considerar para arribar a una conclusión asertiva respecto de la eficacia de la defensa, en el marco de cualquier procedimiento y no apenas en el que el autor ha sabido transitar en su actividad forense. Los interrogantes que Marcelo Rodríguez Jordán lanza en el inicio, en procura de un ensamble satisfactorio del sustantivo con el adjetivo componentes del título de su obra.