Tras combatir en condiciones extremas y padecer un ingente número de bajas, los voluntarios de la División Azul cautivos iniciaron un calvario de más de una década por numerosas prisiones y campos de trabajo de la Unión Soviética de Stalin.
Durante ese tiempo, trasladados a pie o hacinados en trenes, sufrieron todo tipo de penalidades: hambre y frío, humillaciones y abusos, enfermedades y muerte. Al final, doscientos diecinueve divisionarios lograron regresar a España, exhaustos pero felices de haber sobrevivido a tan durísima experiencia.
El capitán Gerardo Oroquieta fue uno de los de mayor rango y ejerció entre sus hombres una benéfica influencia tanto por sus galones como por su admirable actitud ante las dificultades. De Leningrado a Odesa no solo nos permite vislumbrar uno de los regímenes más herméticos del siglo xx,sino descubrir el día a día de los españoles que, junto con los supervivientes de los campos nazis, experimentaron las vivencias más extremas de los últimos cien años.
El volumen 39 de la BCRAE ofrece una de las cumbres de la prosa de ideas de nuestro Renacimiento: De los nombres de Cristo.
Se trata de una honda reflexión teológica que se presenta a través de la forma dinámica y clasicista del diálogo, que fray Luis sitúa en la finca de la Flecha, en las afueras de Salamanca, donde un grupo de eminentes amigos aborda en todas sus dimensiones la figura de Jesucristo a partir de los nombres con que se lo designa en la tradición patrística y eclesiástica.
Hay libros que mueren poco a poco, después de una larga vida infundida por sus lectores. Otros libros, en cambio, nacen como flor marchita de un día, prematuramente barridos por el inmisericorde viento del olvido, pero que sin embargo siguen guardando en sus páginas un soplo de vida que sólo los lectores más atentos son capaces de detectar. A esta clase de libros pertenece sin duda De negros y plagiarios. Quimeras y verdades en la historia, del escritor, abogado, diplomático e historiador mexicano Carlos Pereyra, quien, con una impagable voluntad develadora, un persistente y minucioso trabajo de re-hacedor de la historia y un alarde de lector voraz de las fuentes textuales primarias en las que se apoya, fue capaz de levantar un argumentario incontestable a la hora de poner en solfa cuantas afirmaciones, teorías y crónicas impostadas han pululado en manuales escolares, libros y tesis lamentablemente perturbadoras de cualquier imaginario colectivo. Porque si hay algo que la ensayística de Pereyra no tolera es consentir que en los asuntos de la historia los libros de historia sean la única y verdadera historia.