Descubre el estoicismo y recupera la tranquilidad con Cómo dejar de preocuparte, un viaje al pasado en el que aprenderemos de los grandes filósofos estoicos cómo aplicar sus enseñanzas a la vida actual. Un libro oportuno, lleno de perspicacia y humor, que nos brinda las razones para dejar de preocuparnos.
Todos buscamos respuestas a las grandes preguntas: ¿Cómo ser buena persona? ¿Cómo encontrar la calma? ¿Cómo vencer el FOMO? ¿Cómo descubrir lo que realmente importa? Tenemos buenas noticias: los más sabios de la historia se hicieron las mismas preguntas, ¡y encontraron respuestas! A través del estoicismo podemos descubrir que ya poseemos las herramientas para extraer esta sabiduría tan necesaria por nosotros mismos.
En Cómo dejar de preocuparte nos adentramos en el pasado a un tiempo que no difiere mucho del nuestro: lleno de caos, guerras, plagas, traiciones, corrupción, ansiedad, excesos e incluso el temor a un apocalipsis climático. Al aprender y vivir las enseñanzas de tres guías ancestrales, Epicteto, Séneca y Marco Aurelio, Brigid Delaney nos muestra cómo aplicar estas lecciones a nuestras vidas contemporáneas para recuperar un sentido de agencia y tranquilidad.
El estoicismo puede resultar un remedio difícil de asimilar, pero no en este caso: este libro rebosa de perspicacia, humor y compasión. Es oportuno y sumamente útil, y ofrece múltiples formas de retomar el control. Aquí encontrarás todas las razones para dejar de preocuparte.
No es malo que los cristianos respondan al Espíritu Santo con asombro con los ojos muy abiertos. Ciertamente, el Espíritu Santo debería inspirar nuestro asombro y admiración. Desafortunadamente, para muchos creyentes, estos sentimientos de asombro surgen como resultado del desconcierto en lugar de la adoración. Pero la verdad del asunto es que el papel del Espíritu Santo no tiene que ser un misterio en nuestras vidas y perderemos mucho el poder de Dios si elegimos ignorarlo. En Cómo depender del Espíritu Santo, Charles F. Stanley atraviesa la confusión y nos presenta a una persona viva tan real y activa como Dios el Padre y Cristo el Hijo. Podemos saber lo que dice la Palabra de Dios acerca de quién es el Espíritu y cómo desarrollar una relación con Él.
El cambio climático es una realidad inapelable. Sin embargo, tras décadas de campañas de peticiones, protestas y manifestaciones, la industria fósil sigue creciendo, al igual que las temperaturas, el nivel de los mares y otros fenómenos climáticos extremos. Si nos lo estamos jugando absolutamente todo, nuestra vida y nuestro futuro, ¿por qué no hemos ido más allá de la protesta pacífica? Andreas Malm (experto mundial en cambio climático, además de militante comprometido con el sabotaje de minas de carbón y vehículos hipercontaminantes) lanza una ardiente llamada para que el movimiento climático intensifique y diversifique sus tácticas con el objetivo de evitar el colapso ecológico. Así, Malm nos ofrece una breve historia de nuestros derechos fundamentales (de la abolición de la esclavitud a la Primavera Árabe, pasando por la revuelta de las sufragistas, las luchas obreras y el Movimiento por los derechos civiles) y concluye de forma irrefutable que, en todos estos casos, la destrucción de la propiedad y la violencia fueron imprescindibles para obtener los privilegios que hoy disfrutamos muchos y dan sentido a nuestras existencias. Consecuentemente, ahora que está en riesgo el derecho a la vida, necesitamos detener de inmediato la extracción de combustibles fósiles destinada a seguir enriqueciendo a unos pocos. ¿Cómo? Vinculando la militancia climática a una corriente anticapitalista amplia. Recordando que la lucha por llegar a fin de mes y por evitar el fin del mundo son la misma. Atreviéndonos a poner rostro a nuestro enemigo: «Más capas de hielo, menos jets privados». Asumiendo que nos jugamos demasiado como para que el movimiento climático siga siendo el primo educado de la gran familia de la agitación social. Aprendiendo a perturbar la normalidad del capital fósil y de sus inversiones con nuestras acciones y nuestros cuerpos. Necesitamos, en definitiva, empezar a dinamitar algunos oleoductos.