¿Puede el miedo prepararnos para enfrentarnos al futuro?
Se dice que después del 11-S, la crisis financiera del 2008 y la pandemia de la COVID-19, somos una sociedad más temerosa que nunca. El miedo —y el pánico que este genera— ha sido la fuerza motriz de la historia del mundo: miedo a Dios, al hambre, a la guerra, a las enfermedades, a la pobreza, a otras personas… Robert Peckham afirma que, aunque el miedo se ha utilizado como una herramienta coercitiva del poder, también ha sido un catalizador para el cambio social.
Desde la peste negra del siglo XIV, pasando por la Revolución francesa, la caída de los mercados modernos y la paranoia de la Guerra Fría hasta la pandemia del sida, y presentando la cultura digital, que acentúa los miedos del siglo xxi, el autor expone qué significó esta emoción en el pasado y cómo podemos entenderla mejor para enfrentarnos al futuro.
A través de los relatos de las personas y de los momentos que han dado forma a la historia, Miedo revela cómo el temor nos ha hecho quienes somos y demuestra que, aunque pueda ser usado injustamente por el poder, también puede desafiarlo.
Los mitos son historias anónimas, transmitidas de generación en generación, y en ellas late la sabiduría y excepcionalidad de las sociedades humanas. El «conócete a ti mismo» ha quedado relegado al «sé tú mismo». El moderno eslogan (principio y fin de tantos libros de autoayuda) nos dice que debemos ser simplemente lo que somos, actuar de manera natural y espontánea, vivir sin complejos, despreocuparnos de todo Pues bien, los mitos nos curan justamente de eso, nos ayudan a no caer en la trampa de la banalidad. La mitología clásica nos proporciona un saber arcano que podemos actualizar. Sabemos que la vida no es un camino de rosas, que hay realidades que no podemos cambiar y tenemos que aceptarlas, pero también que muchas otras circunstancias vitales sí las podemos gobernar. Los mitos nos aportan sabiduría para discernir las primeras e inteligencia para arremeter las segundas. Es cuestión de afinar el oído y escuchar lo que nos revela Apolo sobre el autoconocimiento, Atenea sobre la intimidad, Hera sobre el placer, Narciso sobre las apariencias, Antígona sobre la conciencia, Aquiles sobre el egoísmo...
¿Cómo hemos pasado de sociedades pequeñas de cazadores-recolectores, en las que cualquier miembro ajeno a ellas era considerado un enemigo, a coexistir en civilizaciones extensas en las que nos codeamos cada día con multitud de desconocidos? ¿Qué se ha removido en nosotros para pasar del impulso xenófobo de hacer la guerra a los forasteros a convivir con ellos tratándolos con benigna desatención? ¿Cómo ha sido el tránsito de la ética de la sabana a la ética de la civilización?
Se ha producido una evolución importante desde la moral que imperaba hace millones de años en las minúsculas colectividades de nuestros ancestros hasta la actual moral de las civilizaciones extensas. Hemos alcanzado lo que se denomina dominio ecológico: estamos en lo alto de la cadena trófica y ya no tenemos depredadores importantes de los que preocuparnos. Ahora, las principales presiones de selección que se ejercen sobre nuestra especie proceden de ella misma.
El amor, fenómeno siempre difícil de encuadrar, es el auténtico protagonista de la reflexión de muchos autores de la Edad Media. Además de ser el punto de partida para conocer sin error, constituye el único medio para relacionarse de forma auténtica y segura con los otros y con el Otro.
Para Guillermo, la vivencia del amor desborda los límites de la razón común, que por sí sola no logra acceder a los misterios que fundan, sostienen y explican la realidad. Por esto, la insuficiencia de los sentidos corporales reclama esos otros que son interiores y espirituales, a través de los cuales se puede alcanzar la sabiduría, realizar la justicia y contemplar la belleza de todo lo que existe. La lógica humana no es, pues, la autosuficiencia, que enclaustra en uno mismo, sino el don que procede de fuera y que, al acogerlo, permite participar de Dios, amor derramado por el Espíritu en los corazones de los hombres según el modelo del Hijo.
El amor tiene así una profunda densidad antropológica, pero también epistemológica e incluso ontológica. El sensus amoris de la tradición monástica se revela como la vía decisiva para adentrarse en la íntima verdad del hombre, de Dios y de las cosas. De esta tradición nutre Guillermo su pensamiento y lo eleva hasta las más altas cumbres de la filosofía medieval.
A partir de 1492 se suceden, desde España, diversas expediciones a las Américas con el deseo de explorar el nuevo continente. Algunas han sido publicadas, otras no. Entre estas últimas cabe destacar Naufragio y peregrinación, que narra las peripecias de la expedición que partió de Sevilla en 1594 y que acabó naufragando frente a las costas del Pacífico de los actuales países de Colombia y Ecuador (la temida Costa de las Esmeraldas). El autor narra las penurias de los supervivientes que caminaron durante meses por tan peligrosa costa, vadearon ríos, se envenenaron comiendo lo primero que encontraban, e incluso llegando a cavar sus propias tumbas.
Hoy por hoy solo conservamos un ejemplar en el mundo de este singular libro. Su prosa es tan impresionante que sin duda está destinado a convertirse en un clásico imprescindible de las letras áureas.