Uno de los más sugestivos capítulos de la historia de España, por sus fines y logros, es el de las expediciones científicas españolas en el siglo XVIII, tanto en América, de Tierra del Fuego a California y Alaska, como en las vastas y poco conocidas aguas del Pacífico.
Desde la expedición del Meridiano de los jóvenes marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que fijó con claridad la forma y las dimensiones de nuestro planeta y dio origen al Sistema Métrico Decimal, hasta viajes a territorios desconocidos o poco explorados, para descubrir su fauna, su flora y la forma de vida, costumbres y creencias de sus habitantes.
Tal fue la importancia de los informes que aportaron esas expediciones, que se desarrollaron y ampliaron en años sucesivos con otros protagonistas; figuras como Celestino Mutis, Malaspina, Félix de Azara y tantos otros, hasta llegar a la primera experiencia de vacunación mundial que ha conocido la Historia, realizada por Francisco Javier Balmis, abierta incluso a naciones por entonces enemigas. Conquistas esenciales para el mundo que se iniciaron con el Descubrimiento de América y que hoy continúan con las expediciones organizadas por la Armada en la lejana Antártida.
La exploración de América no fue solo un proceso de sumisión militar y política de un enorme territorio, sino también una asombrosa aventura humana que a menudo queda en el olvido.
Desplazados desde Europa con multitud de anhelos y codicias varias, antes de emprender el duro camino de la invasión y la posterior conquista de esos territorios, los expedicionarios hispanos llevaron a cabo una tarea no menos hercúlea: conocer y recorrer los enclaves donde se iban a asentar por generaciones. Casi nunca fue fácil. Pocas veces obtuvieron la anhelada recompensa.
A partir de la lectura exhaustiva de las múltiples Crónicas de Indias, el historiador Antonio Espino recopila en estas páginas los acontecimientos clave de las principales exploraciones. Una visión renovada e inusual de la Historia de la exploración del Nuevo Mundo, en la que podremos seguir a Cristóbal Colón y sus tripulaciones en el descubrimiento del paraíso antillano; a Vasco Núñez de Balboa en el momento de encontrar un nuevo océano; a Francisco Pizarro y Diego de Almagro en busca de la puerta de entrada al majestuoso imperio Inca; navegaremos por los enigmáticos ríos Amazonas y Misisipi; escoltaremos a Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernando de Soto o Francisco Vázquez Coronado en sus andanzas por territorios de los actuales Estados Unidos...
Un viaje al“corazón de las tinieblas”de Conrad Conrad
El sueco Sven Lindqvist narra en este diario su escalofriante recorrido por el desierto del Sáhara, desentierra los orígenes del genocidio europeo en África en el siglo xix y demuestra cómo este sentó precedentes políticos que abrieron el camino a Hitler y su“solución final”. Con un estilo literario incisivo y totalmente original, Lindqvist da testimonio de su experiencia en el continente africano, de sus preocupaciones morales y políticas y de su pasión por la historia y la literatura.
La Edad Media se considera una época sanguinaria poblada por vikingos, caballeros, monjes y reyes: una sociedad patriarcal que oprimía y excluía a las mujeres. Pero, si nos fijamos un poco más, comprobamos que aquellos siglos fueron todo menos «oscuros». Janina Ramirez, historiadora de Oxford especialista en la Edad Media, ha descubierto en los registros históricos una gran cantidad de nombres de mujeres tachados con la anotación fémina junto a ellos. Nuestra visión de la historia, pues, no está completa: nos faltan ellas. Solo ahora, gracias a un minucioso examen de los objetos, escritos y posesiones que dejaron tras de sí, emergen las influyentes y polifacéticas vidas de las mujeres de aquel tiempo. Fémina va más allá de la historia oficial para descubrir el verdadero impacto de mujeres como Jadwiga, la única mujer que gobernó como «rey» en Europa; Hildegarda de Bingen, la mayor sabia y polímata del Medievo, o la guerrera vikinga de Birka, cuyo esqueleto, originalmente atribuido a un varón, contradice la creencia de que las mujeres medievales no se dedicaban a la guerra. En un vibrante viaje que recorre toda Europa, las voces que emergen en este volumen nos ofrecen una mirada a una nueva Edad Media profundamente original y emocionante.
Si en Los años de fuego (Renacimiento, 2020) Fernando Castillo levantaba un retablo de episodios y personajes europeos desde 1914 hasta 1991, en fervor del acero las fechas de los cinco ensayos que contiene se sitúan entre los comienzos de las dos guerras mundiales. En una introducción «sinfónica» se nos ofrece una completa lección sobre el hecho universal de la guerra, deteniéndose en las del siglo xx desde varios puntos de vista: ideológicos, históricos, militares y literarios. De Jünger y de Mussolini se exponen sus vivencias durante la Gran Guerra a través de sus obras Tempestades de acero y Mi diario de guerra, ejemplos de lo que significaron las trincheras y las nuevas armas bélicas y del profundo cambio en el orden mundial que supuso. Les siguen dos figuras menos conocidas, soldados en contiendas posteriores. Con von Salomon y Los proscritos nos acercamos a los Freikorps y a los cuerpos paramilitares tras la derrota de Alemania en 1918. García Serrano coincide con von Salomon en su aversión al liberalismo y en la exaltación de la violencia. Su novela La fiel infantería nos permite asomarnos a la Guerra Civil Española y su trayectoria da cuenta de la evolución de la Falange hasta su apropiación por el franquismo. Como es habitual en sus escritos, ya sean históricos, viajeros o artísticos, Fernando Castillo aúna su gran conocimiento de la historia, en sus facetas más recónditas, y una especial maestría en el dibujo de personajes, hechos y situaciones, y lo hace con rigor y voluntad literaria, incitándonos a la lectura de las obras comentadas. Juan Lamillar
La Brigada de Investigación Social, conocida por la oposición antifranquista como “La Social” o “La Secreta”, dependía de la Dirección General de Seguridad, un órgano del Ministerio de la Gobernación cuya sede estaba ubicada en la Real Casa de Correos en la Puerta del Sol, edificio hoy conocido por estar en él el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid. En el tiempo que duró el régimen, una obsesión de la DGS fue el control de la subversión. Para ello crearon un servicio de seguimiento de “activistas” y “desafectos”, tanto en España como en el exterior, y establecieron relaciones con centrales de inteligencia de otros países. Pero el mayor logro de la DGS fue el de generar en la opinión pública española que la seguridad de todos dependía de los ciudadanos y de cómo actuasen, favoreciendo así la relación de porteros, vecinos y miembros de organizaciones aspirantes a congratularse con el régimen, que se convirtieron en un ejército de delatores y confidentes, y acrecentando el conocimiento que “la Social” tenía sobre la vida cotidiana de los españoles y su afinidad política o religiosa. Se creó entonces la División de Investigación Social, al más puro estilo nazi, y la Secretaría Técnica, cuya labor consistía en crear boletines de uso interno que contenían fechas, nombres, fichas policiales y actuaciones de cuantos eran considerados un peligro para el régimen.