Testigo del derrumbe de un régimen, el Monárquico, y del renacimiento de otro, la II República, la descripción minuciosa y apasionada que Carmen Antón hace de los acontecimientos vividos, de las personas que conoció o de los ambientes en el Madrid castizo, en un pueblo de Cuenca, en Valencia durante la guerra civil española o en Perpiñán cuando la retirada, por citar solo alguno de ellos, es cautivadora. El hecho de estar en el momento y en el lugar adecuado le permitió conocer a poetas y artistas de su tiempo. En La Barraca se encontró con Lorca, Eduardo Ugarte y todos los barracos. En Valencia y en el II Congreso de Intelectuales conoció a Luis Cernuda, León Felipe, Manuel Altolaguirre, Antonio Machado o Juan Gil Albert, o artistas como Víctor Cortezo. A Rafael Alberti y María Teresa León o Raúl González Tuñón, siguió tratándolos en su exilio bonaerense. En París, cuando trabajaba en el stand de propaganda del Pabellón de España en la Exposición Internacional, vio como Picasso pintaba el Guernica, se reencontró con Ugarte, con Antonio Bonnet o con Gori Muñoz. Y de vuelta a París, en su primer exilio, ya casada con Gori, mientras esperaba lo que le deparara el destino, con García Ascot, Félix Alonso, Corpus Barga, Alejo Carpentier, Lucho Vargas, Esteban Francés o David Alfaro Siqueiros. Su continuo ir y venir del presente al pasado ofrece, en paralelo, un relato del exilio bonaerense que enriquece los anteriores. Su casa de la calle Lafinur, como la de las Heras de los Alberti, fue lugar de encuentro de muchos exiliados que se acercaban cada domingo a degustar el plato de paella que preparaba María del Carmen. La presente edición incorpora un texto inédito de la autora.