Tamara Pazos, Putamen_T en redes sociales, nos invita a un viaje a través de la biología para descubrir que «lo natural» no siempre es lo correcto, y que los humanos somos mucho más que teorías científicas contrastables.
Un viaje de ida y vuelta al origen de la vida para comprender la especie humana desde una óptica naturalista para, precisamente, deshacernos de esas falacias naturalistas que pretenden encorsetarnos en leyes y normas prestablecidas. Porque «lo natural» va mucho más allá de lo empírico, es lo social lo que nos convierte en lo que somos.
Tamara Pazos, más conocida en redes sociales como Putamen_T, presenta su primer libro, La biología aprieta pero no ahoga, en el que, desde una base científica, nos dará herramientas para enfrentarnos a los grandes debates públicos de la actualidad.
Desde los comienzos de la ciencia, la palabra «demonio» empezó a usarse para designar algo que rompía con nuestra comprensión de la naturaleza. A estos enigmas se les distinguió con el apellido del científico que se topó con ellos y que emprendió un viaje hacia lo desconocido, intentando comprenderlos mejor. El llamado demonio de Descartes —una criatura con el poder de alterar nuestra realidad sensorial— inauguró una tradición que siguieron Laplace, Maxwell, Einstein, Feynman, etc., y que continúa hasta hoy. Estos seres viven al margen del bien y el mal, sorprendiendo a sus víctimas con hazañas inesperadas. Las tecnologías que se han desarrollado durante su búsqueda cobran características que sobrepasan la previsión de los mismos investigadores. En referencia a ellos hemos podido probar los límites de lo posible y transformar lo inexistente en lo real.
Por muy transparente que pueda parecernos la evidencia de nuestro yo –de «ser uno mismo»–, no hay nada más complejo que la conciencia, producto del trabajo conjunto de miles de millones de neuronas que hacen que experimentemos la realidad «en primera persona» y elaboremos en nuestra mente una interpretación del mundo que habitamos. Porque el mundo tal como lo percibimos es eso: una interpretación, o, en palabras de Anil Seth, una suerte de alucinación controlada. Nuestras mentes construyen para nosotros un universo de colores, formas y sonidos, y es mediante esa construcción que interactuamos y nos relacionamos con el mundo y con los demás.
¿Puede medirse el grado de conciencia como hacemos, por ejemplo, con la temperatura? ¿Tienen conciencia los animales? ¿Por qué experimentamos la vida en primera persona? ¿Habitamos una realidad compartida o cada «yo» tiene la propia? ¿Podemos conocer qué se esconde tras el velo de la conciencia? En este fascinante ensayo, que mezcla de manera tan didáctica como absorbente la ciencia, la filosofía, la literatura y los apuntes autobiográficos, Anil Seth, autoridad de talla mundial en el estudio del cerebro, echa por tierra muchas de las ideas preconcebidas sobre la mente, la conciencia, la memoria, el yo y el libre albedrío, desarmando creencias y supersticiones heredadas, y ofreciendo un estimulante estado de la cuestión: la conciencia existe, viene a decirnos Seth, si bien es muy distinta a como pensábamos que era.
Las mariposas se están extinguiendo. Son pocos los que aún recuerdan los días en que las praderas estaban repletas de flores con infinidad de mariposas revoloteando por encima de ellas. Pero el deterioro de los hábitats por el uso de pesticidas, la sobrefertilización y los monocultivos han provocado un descenso de cerca del 80 % de la población de estos insectos en los últimos cincuenta años y la amenaza de su total desaparición es cada vez más real.
En La desaparición de las mariposas, el reconocido biólogo Joseph H. Reichholf nos lleva de paseo por el fascinante mundo de los lepidópteros a la vez que nos advierte de la catástrofe ecológica que se cierne sobre nosotros ante su alarmante declive. Este libro es también una súplica a la protección de estas mágicas criaturas que apela a la responsabilidad de preservar la biodiversidad que todos tenemos para con el planeta y las generaciones futuras.
La era del inconsciente nos transporta a la Viena novecentista, donde las vanguardias de la ciencia, la medicina y el arte iniciaron una revolución que cambiaría para siempre la forma de entender la mente humana nuestros pensamientos y sentimientos conscientes e inconscientes y la relación de la mente y del cerebro con el arte.
En La Era Sintética, Christopher Preston argumenta que lo alarmante no es el impacto que hasta ahora hemos tenido sobre el planeta, sino hasta qué punto seremos capaces a partir de ahora de configurarlo a nuestro antojo. Tecnologías emergentes como la nanotecnología, la biología sintética, la des-extinción y la ingeniería climática prometen otorgarnos el poder de asumir algunas de las operaciones más básicas de la naturaleza.
No se trata solo de que estemos saliendo del Holoceno y entrando en el Antropoceno, sino que estamos dejando atrás el tiempo en el que el cambio planetario era simplemente la consecuencia no deseada y a veces ni siquiera prevista de un industrialismo desenfrenado. Un mundo diseñado por ingenieros y técnicos significa el nacimiento de la primera Era Sintética del planeta Tierra. Preston describe una serie de tecnologías dispuestas a reconfigurar el metabolismo mismo de la Tierra: nanotecnologías capaces de reestructurar la materia y las formas naturales; manufacturas moleculares que pueden reconvertirlo todo; una biología sintética con la capacidad de construir genomas y no solo de leerlos y manipularlos; minimáquinas biológicas pensadas para rediseñar la evolución; reubicación de especies actuales y resurrección de especies extinguidas; y una ingeniería climática que se atreve a gestionar la radiación solar sintetizando una neblina volcánica, a rebajar la temperatura de la superficie incrementando el brillo de las nubes, y a eliminar dióxido de carbono de la atmósfera con árboles artificiales que capturan el carbono del aire.