Sobre el nacionalismo se escribe mucho: a favor, los que aspiran a tener un Estado propio; en contra, los que ya lo tienen. De nacionalismo habla este libro, pero en otro sentido, porque cuestiona toda forma de pertenencia, llámese esta Estado, Patria o Nación. El libro arranca con una mención de la torre de Babel. Aquella gente quiso construir una ciudad monolítica que fracasó porque no se pudo impedir que se hablara y pensara por su cuenta. Se insinúan ahí dos modelos de convivencia: el de la ciudad cerrada, apegada a la tierra, o el de la dispersión que siguió tras el fracasado experimento. La humanidad no aprendió la lección. Pensó, con Aristóteles, que solo es humano el que pertenece a una polis e inhumano el apátrida. «Tierra de Babel» desmonta ese equívoco originario siguiendo la pista de la minoría que sí supo leer lo ocurrido convirtiendo la diáspora en forma de existencia. En un momento como el actual donde el Estado da signos de agotamiento, porque hay emigración y porque hubo Auschwitz, la diáspora se presenta como la alternativa posnacional al nacionalismo.
La idea, dominante a principios de los años noventa, de que el mundo había entrado en una era de concordia mundial ha resultado ser errónea: hemos entrado de pleno en un periodo de divergencia. Los expertos en ciencia política, de acuerdo con una visión determinista de la historia, hablaban de una dialéctica global que imaginaban como una batalla ideológica con sucesivas etapas que culminaría definitiva e ineludiblemente en el orden liberal y democrático internacional.
En los años inmediatamente posteriores a la Guerra Fría, el derrumbamiento del imperio comunista y la aparente llegada de la democracia a Rusia auguraban una nueva era de convergencia mundial. Los grandes adversarios de la Guerra Fría compartían repentinamente numerosos objetivos, incluido el deseo de integración política y económica. En ese contexto, el optimismo era comprensible.
Desde la crisis de los rehenes en Irán hasta la guerra del Golfo y el primer atentado con bomba en el World Trade Center, la mayoría de los medios de comunicación estadounidenses han retratado el islam como una entidad monolítica equivalente a terrorismo y a fanatismo religioso. Al mismo tiempo algunos países islámicos lo invocan para justificar regímenes no democráticos y a menudo represivos. En esta obra clásica, revisada posteriormente por el autor, Edward W. Said examina el origen y la repercusión de las imágenes del islam en los medios de comunicación y revela los objetivos ocultos y la distorsión de los hechos que subyacen incluso en gran parte de los artículos más «objetivos» sobre el mundo islámico.
A través de sus amplios conocimientos en sociología, economía, lingüística, biología o antropología, Diamond trata de explicar la desaparición de sociedades del pasado y se pregunta si podemos aprender la lección y evitar desastres parecidos en el futuro.
El punto de partida es una rigurosa investigación de los casos de culturas que no han perdurado: historias trágicas como la de los mayas, la de la Isla de Pascua o la de los indios anasazi en Norteamérica; historias menos terribles como la de Islandia o de Japón, culturas que han sabido reaccionar con éxito a desafíos ambientales; historias también de vencedores y vencidos, como el caso de la República Dominicana y de Haití, dos pueblos que a pesar de compartir el mismo medio ambiente han evolucionado de modos muy distintos, y finalmente historias aún abiertas como las de China o Australia, que están buscando soluciones innovadoras a sus desafíos ecológicos y sociales.
No hay prácticamente ningún tema de los importantes que no se trate en este libro: la vida y la conciencia, el espacio y el tiempo. Y el modo en que el momento que nos toca vivir nos obliga a repensar casi todo lo que creíamos saber acerca de nosotros mismos y del universo.
Bosques, selvas y humedales en llamas. Poblaciones perdidas bajo inundaciones imprevistas. La diversidad de flora y fauna de grandes zonas diezmada por los efectos irreversibles de la contaminación. Fortunas inconmensurables concentradas en las manos de unos pocos, en un mundo donde millones de personas pasan hambre. Infinidad de vidas perdidas a diario. No se trata de escenas de una película catástrofe: son las imágenes reales que nos llegan de manera cotidiana, desde todos los rincones del planeta. De este planeta, que está colapsando. Después de dejar pasar grandes oportunidades, la puerta a un hábitat sustentable se ha cerrado. Hoy enfrentamos las consecuencias de un cambio climático descontrolado y empezamos a vivir el agotamiento de los recursos naturales. En otras palabras, no se trata de un dilema para las próximas generaciones, sino que ya mismo estamos presenciando el desmoronamiento de la civilización industrial. ¿Qué nos espera en los años venideros?