El franquismo nunca quiso olvidar la guerra civil y, desde el inicio de la dictadura, ese recuerdo se concretó en miles de monumentos erigidos en pueblos y ciudades de todo el país. Bajo el control de las autoridades, el mito de los «caídos por Dios y por España» fijó la dicotomía entre los buenos y los malos españoles, sometió y unificó la memoria a unos fines políticos partidistas y nacionalizadores, enalteció y legitimó al dictador, determinó el espacio público e incluso los materiales que utilizar, y estableció en el mausoleo del Cuelgamuros su ideal estético, político e ideológico. A través de una ingente y diversa documentación, el historiador Miguel Ángel del Arco Blanco reconstruye tanto la historia concreta de aquellos monumentos diseminados por toda la geografía, como su papel en la propagandística y manipuladora memoria franquista sobre la guerra civil, cuyos vestigios —físicos e ideológicos— han condicionado el relato, el recuerdo y el paisaje de la historia contemporánea de España.
Cruces de memoria y olvido extiende su cronología hasta el presente, para analizar la gestión de los monumentos —desde la demolición, resignificación o conservación de las cruces locales al icónico Valle de los Caídos— y para examinar las llamadas «batallas por la memoria», donde a menudo se contraponen criterios políticos, ideológicos e historiográficos. Y es que, como nos recuerda su autor, «es esencial que las democracias no inhiban y propugnen una memoria plural sobre el pasado traumático que a todos nos hiere. Es el modo de dignificar la memoria de las víctimas e integrar y asumir el dolor que duerme en él».
“Así siento que ha sido toda mi vida: un huracán, un torbellino, un tsunami arrasador que siempre me ha traído grandes alegrías, me las ha quitado, para volverme a traer más en este incesante vaivén. ¡O tal vez el huracán soy yo! Porque allá donde voy, me dicen que siempre se arma un revolú.” - Charytín
Desde una infancia dolorosa con complicados secretos familiares a un amor muy diferente al de las novelas, Charytín Goyco nos lo cuenta todo, con su peculiar tono cargado de drama y comedia a la vez.
Era famosa la reticencia del escritor Milan Kundera a explayarse sobre su existencia («Olvidad mi vida, ¡abrid mis libros!») o dar explicaciones sobre su producción literaria; también, su renuncia, a partir de los años ochenta, a conceder cualquier tipo de entrevista a los medios de comunicación. Sin embargo, la estrecha amistad del matrimonio Kundera con la escritora y periodista cultural Florence Noiville permitió a ésta enhebrar, más que un denso ensayo biográfico, un retrato intimista y fascinante, una suerte de paseo a lo largo de sus recuerdos y anécdotas, una excusa para detenerse en alguna ciudad importante, comentar una fotografía, un dibujo o una determinada composición musical. A partir de largas conversaciones en cafés, charlas en su apartamento parisino y de un esclarecedor viaje a la Moravia natal de Kundera, Noville nos presenta a un Kundera irónico y lúcido, y sobre todo nos invita a (re)descubrir a uno de los mayores escritores del siglo xx, un autor que con sus novelas y ensayos ridiculizó las utopías e ideologías y nos hizo reflexionar sobre las pasiones que alimentan nuestros sueños y nuestras mentiras.
Durante algo más de cinco décadas, ha sido espía, matón, mayordomo, oficial nazi, estafador, donjuán, peluquero y asesino, entre docenas de personajes que, con frecuencia, exigieron de él la máxima solvencia interpretativa. Pero Michael Caine no dejó de ser nunca Michael Caine para una audiencia rendida a sus encantos.
Su metro noventa, sus rizos rubios, su sonrisa socarrona y sus párpados pesados como leños encarnaron al tipo que muchos querríamos ser: un fresco, un canalla, un héroe, un caballero, casi siempre todo al mismo tiempo, y casi siempre un peldaño por encima de lo meramente humano. Publicado por primera vez en español, este libro abarca casi ocho décadas de sus peripecias y nos permite comprobar que ni siquiera rodeado por el oropel de Hollywood dejó de ser nunca el niño esquivo, huraño y burlón del humeante Londres de su infancia.
En ocasiones, después de la muerte de un autor lo que no publicó en vida nunca verá la luz. Ya sea porque los herederos guardan celosamente sus papeles y archivos digitales, o porque lo encontrado no tiene la relevancia suficiente para convertirse en un futuro libro, o porque el escritor se encargó de destruir todo antes de su muerte, entre tantas otras posibilidades. Ninguna se corresponde con el caso del escritor y artista Édouard Levé. Fallecido en 2007, a la edad de 42 años, dejó en sus archivos un gran número de textos inéditos, tan potentes como perturbadores. Estos escritos, traducidos por primera vez al castellano, reflejan como la bola de discoteca que era uno de sus objetos favoritos la variedad de géneros literarios en los que emergen las obsesiones de Levé: un capítulo de una novela inconclusa que transcurre en Estados Unidos; entradas para un proyecto de diccionario; crónicas de paseos por París; textos autobiográficos; poemas y canciones; breves ensayos.
¿Por qué suena mejor pringao que pringado, pero Estado que Estao? ¿Es verdad que eso de Si querría, lo haría es una cosa muy vasca muy vasca? ¿Es realmente peor decir asín en vez de así? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en este libro, un volumen coral en el que dialectólogos e historiadores de la lengua española presentan de forma didáctica y cercana algunos de los hallazgos de los últimos años.