El Imperio Qing está en decadencia. La poderosa Emperatriz Viuda ha fallecido y el destino de su zoológico privado es incierto: los animales solo pueden esperar a ser subastados o morir de hambre. Pero entra en escena un improbable salvador: Morgan Colloway, un misionero con el difícil cometido de evangelizar en el interior de China; debe captar la atención los aldeanos y sabe que un zoo sería el reclamo perfecto. Es así que el joven decide comprar todos los animales que su ajustado presupuesto le permita y embarcarse en un viaje épico hacia Chifeng, una remota aldea en las praderas de Mongolia.
Colloway y sus animales forman un singular grupo: un elefante, un león, dos cebras, cinco babuinos, un periquito, una pitón y un vehemente misionero. Juntos se enfrentarán a bandidos, se aliarán con una chaman, una manada de lobos y un pequeño niño mudo, susurrador de animales. Las diferentes religiones colisionarán, los sueños se romperán, pero nunca perderán la fe.
Solo aquellos que hayan vivido los ardientes fuegos de un amor irrefrenable podrán comprender las razones que llevaron a María José Solano a dejarlo todo y emprender en solitario Una aventura griega. Acompañada únicamente de una maleta de mano y los libros del objeto de su pasión, el héroe de guerra y cronista viajero Patrick Leigh Fermor (1915-2011), la escritora abraza los restos de su legado en el país de los olivos.
Camina por las mismas calles en las que él, célebre por aventuras épicas en el país heleno, había vivido mil correrías y affaires secretos; brinda con uzo y retsina en las tabernas en las que él se embriagó con su círculo bohemio y, acaso igual que él, sueña con la posibilidad de encapsular el pasado mágico de un país rebosante de tesoros arqueológicos.
En este singular trayecto, que se puede leer casi como un romance con la obra fermoriana, Solano hace escala en lugares legendarios como Corinto, Micenas, Epidauro, Esparta o la isla de Hydra, donde Leigh Fermor (Paddy, para los amigos) pasó una larga temporada en una mansión ahora -cómo no- declarada en ruinas. Desde cada uno de esos enclaves, capitales para entender la figura del aventurero, la escritora sevillana declara su amor eterno a un personaje tan singular como enigmático, con sus luces y sus sombras, siempre impetuoso y, hasta su último aliento, impulsado por un hambre insaciable de acción y conocimiento.
«Cualquiera cuya mente es lo bastante orgullosa como para no formarse en la disciplina lleva oculta, secreta, una bomba en el fondo del cerebro», reveló alguna vez Vladimir Nabokov ante sus alumnos; «yo sugiero, aunque solo sea por diversión, que coja esa bomba particular y la deje caer con cautela sobre la ciudad moderna del sentido común». Esta ética literaria, que atraviesa toda la obra del autor de Pálido fuego, aparece en Una belleza rusa para convertirlo en una de las bombas más refinadas y encantadoras de Nabokov.
Escrito entre 1924 y 1940, mientras huía de Rusia y vagaba por una Europa ya bajo la sombra de la barbarie nazi, este volumen de cuentos muestra la serena e inspirada madurez narrativa de un escritor brillante, capaz de deslumbrar por igual en sus percepciones, en un final impredecible o en inolvidables miniaturas. Aquí, en un mágico desfile que se pasea por el confundido universo de los exiliados rusos, vemos a la melancólica Olga, bonita y aburrida gracias al cósmico aburrimiento de sus pretendientes; al manojo de nervios llamado Romantovski, quien no es culpable de nada pero invita al castigo; al pésimo escritor Ilyá Borísovich Tal, cuya pasión literaria lo hace víctima de la ingenuidad; al súbito duelista Antón Petróvich, cautivo de su honor y también de la deriva... Personajes fascinantes propios de una mirada que combina piedad con osadía, y que hacen de Una belleza rusa un texto insoslayable de Nabokov, siempre fiel a una altísima elegancia poética solo presente en ciertas bombas o, como se sugiere en estas páginas, en el vuelo de la única e imposible flecha que no deja nunca de volar.
La novela póstuma de un autor de culto.
Una obra intemporal que se lee con la sensación de estar ante un nuevo clásico.
Una joven pareja de recién casados llega desde Barcelona a instalarse en un pueblo desolado en mitad de la nada. Allí, el marido será gerente de una nueva empresa extranjera dedicada al reciclaje de residuos metálicos que para los lugareños es simple y llanamente una chatarrería.
La familia va creciendo hasta sumar cinco hijos, mientras el matrimonio hace aguas y la actividad de la planta resulta cada vez más dudosa. Se habla de unos camiones sin marca ni letreros, llenos de bidones de contenido raro. Y una noche todos asisten atónitos a un suceso que cambia la vida de la familia, del pueblo y del desierto que los rodea.
Una casa en el desierto es la historia de unos personajes y un paisaje. Una novela que le devuelve al lector los ecos de la mejor narrativa española, y que consagra a un escritor de larga trayectoria, discípulo de Ferlosio y con una altura literaria que lo encuadra junto a los grandes nombres de la novela contemporánea española.
La joven y curiosa Dominique estudia derecho en París y procura no morirse de aburrimiento. En la universidad conoce a Bertrand y empiezan a salir. Él es un buen chico, parece que se entienden bien e incluso podría decirse que se aman. Un día entran en un café y se encuentran casualmente con el tío de Bertrand, Luc, un seductor en la cuarentena que tiene una más que merecida fama de frívolo e inconstante, a pesar de estar casado. Poco a poco, Luc y Dominique empiezan a coincidir, conscientes de que la atracción mutua que sienten es cada vez más intensa, y también de que su relación será tan efímera como dolorosa. Pero ¿cómo resistirse?
Obligada a un período de descanso forzoso, la comisaria Isabelle Bonnet, directora del grupo antiterrorista de París, regresa a Fragolin, un idílico pueblecito en el sur de Francia donde pasó su infancia. Situado en el interior de la Provenza y envuelto en campos de lavanda, Fragolin es un enclave tranquilo en el que nunca pasa nada, hasta que aparece el cadáver de una mujer en una villa, cuyo propietario, un joven inglés, ha desaparecido sin dejar rastro. La historia no llama mucho la atención de Isabelle: en su vida ha visto cosas mucho peores y está decidida a descansar. Pero a los pocos días, su superior le encomienda la investigación y le confía como ayudante a Jacobert Apollinaire, un torpe agente de la policía local cuya ocupación ha sido hasta el momento el archivo municipal y nunca ha participado en una investigación sobre el terreno. A pesar de todo, la pareja investigadora cambiará muy pronto de opinión: como comprobarán, el caso de la mujer asesinada y el inglés desaparecido no es, para nada, un simple crimen de provincias.