A las voces de Aomame –la enigmática instructora de gimnasia y asesina– y de Tengo –el profesor de matemáticas y escritor–, se suma, en este tercer volumen de la novela 1Q84, la de un nuevo personaje, un detective llamado Ushikawa. Su última misión, encargada por Vanguardia, el misterioso culto religioso, consistió en comprobar si Aomame era digna de confianza para trabajar para el líder. Ushikawa dio el visto bueno a la joven, pero ésta los traicionó a todos, cometió un nuevo asesinato y luego desapareció. Si el detective no logra encontrarla, la venganza de la secta se abatirá sobre él. Entretanto, Aomame y Tengo, cada uno a su modo, siguen deseándose en la ausencia, buscándose –en el más puro estilo de Murakami– casi sin moverse de su sitio, aislados, quizás a punto de experimentar un giro radical en sus vidas y esperando un reencuentro que los redima... en el mundo de 1984, o en el de 1Q84, ese fantasmagórico universo con dos lunas.
En agosto de 1923, un mes antes del Gran Terremoto de Kanto, la poetisa Kanoko Okamoto se hospeda en el ryokan Hiranoya (actual Hotel New Kamakura) para veranear con su singular familia. Allí coincide con Ryunosuke Akutagawa. Tras el azaroso encuentro, Kanoko descubrirá el drama que arrastra el famoso escritor y que lo conduciría al suicidio apenas cuatro años más tarde. Aquel triste recuerdo fue revelado al mundo en esta obra, una autoficción que narra con desgarradora pasión la singular conexión entre una poetisa y un famoso escritor antes de su doliente ocaso. La grulla doliente es la obra debut de una de las escritoras más singulares de la literatura japonesa y, sin duda, una de las más polémicas.
Entre 2011 y 2015 Manuel Vicent publicó tres novelas que conforman una serie sobre la España contemporánea. Si en la primera de ellas, Aguirre, el magnífico, tomó al duque de Alba como eje para contar la época del franquismo, en El azar de la mujer rubia son Carmen Díez de Rivera y un Adolfo Suárez ya desmemoriado las columnas en las que se vertebra el relato de la Transición.
Por último, en Desfile de ciervos, un retrato de la familia real pintado durante décadas por Antonio López muestra cómo la utopía democrática acabó desguazándose. En estos libros hay picaresca, casi esperpento literario, hay humor e ironía, pero, sobre todo, prevalece la capacidad magistral de Vicent para retratar personajes y para contar nuestra historia.
Primero fue Reuben, lobo feroz con sierras en lugar de dientes; luego Archer, rubio, bello y letal; y finalmente llegó Frosty, una bola afable y rencorosa. Son los tres perros salvajes y leales que llegan a casa de los Zusak para poner patas arriba a la familia y, al mismo tiempo, completarla. Lo que sigue resulta inevitable: peleas callejeras, rifirrafes en el parque, daños corporales y psicológicos, tragedia y amor encarnizados, pero, sobre todo, la configuración de una constelación de afectos en torno a la necesidad humana (y animal) de pertenecer a un clan.
"Japón, año 1576. Un debilitado gobierno central logra a duras penas mantener su poder mientras los señores de la guerra luchan entre sí para unificar el país bajo su mando. En tierra firme, el nombre de Oda Nobunaga resuena cada vez con más firmeza; sin embargo, en el mar interior de Seto, los Piratas Murakami son los absolutos dominadores. Kyo es la hija de Takeyoshi Murakami, jefe de una de las facciones del clan. A pesar de tener 20 años, su carácter indómito y sus rasgos físicos, hacen que aún permanezca soltera. Sin embargo, su destino no la complace y así, desoyendo los insistentes rumores de que la batalla contra Nobunaga está muy próxima, decide embarcarse en un viaje que cambiará su vida para siempre."
En esta obra maestra, Tanizaki se acercó con paso firme a la narrativa de terror. Una nueva ocasión en que la literatura japonesa brilla en sus formas más breves. En torno al anciano Tomekichi, conocido por sus habilidades como narrador, se reúnen alegremente tres jóvenes geishas para escuchar de sus labios una nueva historia. En esta ocasión, el relato está protagonizado por Osome, una geisha de singular belleza, y por el inusual pretendiente al que atrae hasta el punto de despertar en él una peligrosa obsesión. Satori Hilados: Una colección de cuadernos artesanales con hilo visto en cosido Singer.
Japón, julio de 1576. Oda Nobunaga, que aspira a unificar Japón bajo su dominio, mantiene sitiado el templo fortificado Honganji de Osaka, con el objetivo de acabar con la rebelión de samuráis, monjes y campesinos que se le oponen. La única posibilidad para los sitiados es una alianza con los Piratas Murakami que les permita abastecerse durante el asedio. Mientras tanto, horrorizada ante la realidad de la guerra, la princesa Murakami regresa a su hogar, donde se encontrará con una inesperada propuesta de matrimonio. Pero todo cambia cuando descubre el cruel destino que aguarda a sus antiguos compañeros de viaje En una época de grandes guerreros y batallas épicas, el nombre de los Piratas Murakami era temido en todo el mar de Japón. Mientras, en tierra firme, el nombre de Oda Nobunaga resonaba con fuerza en templos y palacios. En este segundo volumen se narra el enfrentamiento entre estas dos potencias. ¿Serán los piratas capaces de vencer a las tropas de Nobunaga, conocidas por ser las más poderosas de la era Sengoku? ¿Funcionarán sus tácticas de lucha en tierra firme como lo hacen en alta mar? El final de una aventura inolvidable en la que la princesa Murakami descubrirá el verdadero significado de la guerra.
Las casas son siete, y están vacías. La narradora, según Rodrigo Fresán, es «una científica cuerda contemplando locos, o gente que está pensando seriamente en volverse loca». Y la cordura, como siempre, es superficial.
Samanta Schweblin nos arrastra –desde hace diez años– hacia Siete casas vacías y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una «normalidad» enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan.
La prosa afilada y precisa de Schweblin, su capacidad para crear atmósferas densas e inquietantes, y la estremecedora gama de sensaciones que recorren sus cuentos han hecho a este libro uno de los más importantes de la última década.
Sonaba la medianoche en los relojes de París cuando entraron por la puerta de Saint-Jacques cuatro jinetes tan seguros de sí mismos como el trote firme de sus caballos».
Es medianoche. Íñigo Balboa, que forma parte de los Correos Reales del rey católico, aguarda expectante la llegada del capitán Alatriste, de Francisco de Quevedo y de Sebastián Copons a París, donde se encuentra para entregar unos despachos al conde de Guadalmedina. Hace casi un año que no se reúnen, cuando acabó la arriesgada encomienda que tuvieron que afrontar en Venecia. Son tiempos complejos para Francia: desde hace unos meses, los hugonotes de La Rochela, con apoyo inglés, están viviendo un duro asedio por parte de las fuerzas francesas a las órdenes del cardenal Richelieu. Por mediación de Quevedo, Alatriste y sus amigos se ven envueltos en una peligrosa misión secreta ideada por el conde-duque de Olivares. Esta vez el objetivo es de tal magnitud, que la aventura a la que se enfrentan podría cambiar para siempre el curso de los acontecimientos.
Acompañado del joven Íñigo Balboa, a Alatriste le ordenan intervenir en una conjura crucial para la corona española: un golpe de mano en Venecia para asesinar al dogo durante la misa de Navidad del año 1627, e imponer por la fuerza un gobierno favorable a la corte del rey católico en ese estado de Italia. Para Alatriste y sus camaradas -el veterano Sebastián Copons y el peligroso moro Gurriato, entre otros-, la misión se presenta difícil, arriesgada y llena de sorpresas. Suicida, tal vez; pero no imposible.
Diego Alatriste bajó del carruaje y miró en torno, desconfiado. Tenía por sana costumbre, antes de entrar en un sitio incierto, establecer por dónde iba a irse, o intentarlo, si las cosas terminaban complicándose. El billete que le ordenada acompañar al hombre de negro estaba firmado por el sargento mayor del tercio de Nápoles, y no admitía discusión alguna; pero nada más se aclaraba en él.