Humos de leña es una composición pintoresca de profundo deleite. Cuando el poeta se convierte en un pintor abstracto, se abraza a delirantes perfiles antropomórficos: a una fotografía le hace exhalar perfume, hablar y pedir ser liberada del cautiverio de su estado de inercia. Tengo el placer infinito de presentar a Humos de leña, una poesía con dimensión universal.
La infancia en la Ciudad Trujillo de los años cuarenta del siglo pasado, la adolescencia en esa misma ciudad en los años cincuenta, las experiencias en un austero colegio benedictino en Inglaterra, los años estudiantiles en una universidad norteamericana donde se le cayeron las escamas de los ojos al descubrir que su país sufría la más cruel de las dictaduras son, entre otras, las vivencias narradas por el economista, historiador, arqueólogo y diplomático Bernardo Vega en este primer volumen de sus Memorias. Vega rememora también sus años de contable a partir de 1959 en una mina de bauxita en la fronteriza y macondiana Pedernales, donde llega graduado de economía decidido a no trabajar para la dictadura, e inicia un diario secreto en el que reseña noticias y acontecimientos sobre el derrumbe del régimen trujillista, el apresamiento de sus hermanos y el ajusticiamiento del dictador. Los trascendentales sucesos durante un Consejo de Estado con huelgas casi diarias, el proceso de destrujillización y de grandes reformas se mezclan con los acontecimientos personales y el inicio de una fructífera carrera pública, que en esta primera etapa llevará al economista de 24 años a participar, desde la Secretaría de Finanzas, en el diseño de una reforma tributaria y luego, en la Corporación de Fomento Industrial, en el otorgamiento de créditos a industriales y becas en universidades extranjeras a jóvenes dominicanos. El libro cierra en el año 1962, con la victoria de Juan Bosch y el matrimonio del joven ilusionado, feliz y optimista ante el futuro de su país.
Hace ya casi cuarenta años, cuando conape nas diecisiete años, decidí escribir un ensayo para participar en un concurso literario organizado en 1983 por la Lotería Nacional en ocasión de conmemorarse el 120 aniversario de nuestra legendaria Gesta Restauradora de la independencia nacional.
Entonces, con la osadía aportada por el ímpetu de mis primeros descubrimientos históricos, dejé plasmado en aquellas páginas imberbes, el orgullo inconmensurable de “ser dominicano”, ese mismo que hizo que los combatientes por la Restauración de la República se lanzaran a la lucha por recuperar los principios de independencia y soberanía que iluminaron el nacimiento de la República Dominicana en 1844.
A la luz de los años transcurridos, distingo mi ingente esfuerzo juvenil por destacar no sólo que la Guerra Restauradora fue una gesta de liberación nacional que contó con un gran apoyo popular, sino también por sacar a la luz, y darle el reconocimiento merecido a una larga lista de restauradores, que eran -y lamentablemente aún lo son- prácticamente desconocidos para el pueblo dominicano, especialmente las generaciones más jóvenes, a pesar de que a muchos de ellos se les acreditan hazañas dignas de eternos reconocimientos.
Saber de dónde venimos para tener claro hacia dónde vamos, es tener sentido de la historia. Y eso debe ser primordial para todo ciudadano que tenga como divisa fundamental la preservación de nuestro país libre, independiente y con identidad propia de cara al concierto internacional de naciones.
El lector de La guerra de la Restauración encontrará en esta obra del conocido escritor y político una exposición de los acontecimientos ocurridos en esta guerra.
El título de este libro plasma por sí sólo lo que se quiere dar a conocer a los lectores, un desglose de los hechos hitóricos, las causas y las consecuencias de las diversas dictaduras que sufrió en carne viva el pueblo dominicano.
Uno de los títulos más recientes del conocido autor dominicano, este no es un libro cualquiera de todos los que narran la historia por uno u otro aspecto de ella. Este libro está escrito para acercarnos a una línea biográfica que nos define a lo largo de nuestra vida nacional, y nos conduce, en el riel historiográfico, a través de un marcado modo de ser. Los magnicidios, que llevan siempre consigo una voluntad alimentrada en la sombra, se nos muestran con toda claridad y su trasfondo secular bajo la pluma de un autor que es ya una vital referencia.
El exilio era una tregua, un tiempo interrumpido en el tiempo roto que se gastaba en vanos planes y en lamentaciones, aconsejándonos a nosotros mismos, repitiéndonos no obstante: aprovechemos esta estación para recapitular, recapacitar, renovar energías, retomar el aliento y la meta forzosamente extraviada solamente postergada.
Imaginemos que uno de los hombres más ricos del país, propietario del banco más importante del sistema financiero nacional, incursionando en la política partidaria sin tener experiencia alguna. Imaginémoslo confabulado con la cúpula del partido político más tradicional para arrebatarle por la fuerza del dinero la postulación presidencial al candidato favorito de las bases, para luego enfrentar a un Presidente que busca la reelección, y que está dispuesto a todo para no permitir que lo expulsen del poder. Esto y mucho más froma parte de la trama de la novela Paraíso para perversos de Luis R. Santos. La política y el poder nunca antes habían sido tratados de manera tan certera y magistral en la novela dominicana.