En aquel verano de 2017, desde mi ventana, alcancé a ver algunas islas, lo que parecían como un pequeño alfombrado de algas marinas, que flotaban desiertas, las que veía yo como una especie de borrasca sobre el mar, mientras la nave se alejaba hacia las costasneoyorquinas. Era el mes de julio, cuando volaba desde Madrid con destino a Santo Domingo, haciendo escala en el Aeropuerto John F.Kennedy. De regreso a Madrid, con apenas unos días de haber contraído nupcias con mi joven esposa en la ciudad de La Habana; volví aver aquellas islas que habían acaparado mi atención de una forma tan especial. Me preguntaba entonces que si la naturaleza era capaz de darnos todo un archipiélago de islas vacías, colocándolas oportunamente bajo mi vista, bien podría la imaginación llenarla de personajes y de acontecimientos crudos, de viajes a otros territorios, de crear la incertidumbre y el miedo, el pánico y la huida, laambición, la riqueza y la mentira, que bien reflejan la propia acción del hombre en su destino. Para ello había que crear las situaciones de calamidad extrema, necesarias para lograr la ficción que exige una novela de investigación y de aventura, creando fenómenos naturales devastadores, basados en viejas leyendas. Y, sobre todo, provocar el hundimiento bajo el océano de un buque cargado, buscando un punto de referencia para poder crear una bonita historia que tocara por un costado la sensibilidad y arrojo de dos personajes, cuya acción heroica enmarca la acción natural del héroe americano, motivando desde un principio a toda la sociedad de Los Ángeles. Por el otro lado, en su arrojo, se aventuran a salvar una realidad que hoy sacude todo un continente, pero para lograr algo realy sorprendente debía ocurrir. Comencé entonces escribiendo algunas líneas sobre una servilleta.