En su visita oficial por la floreciente y próspera metrópolis de Montecristi, del estricto diplomático (encargado de la sección Política y Económica) de la embajada de los Estados Unidos en el país, el burócrata Mr. Banner, acompañado de su asistente, el joven militar de personalidad egocéntrica y narcisista, Rafael Leónidas Trujillo, viene con la agenda: Supervisar los intereses de su gobierno en la región. Adolino Rivas Rodríguez, el don, prospero hacendado de la comunidad de Laguna Verde, degenerado y depravado por las jovencitas. La vieja Chencha Olivo, su cómplice, al saber de sus caprichos por las púberes, vive rastreando candidatas por los campos y aldeas para satisfacerle el insaciable apetito, las elegibles son adolescentes de familias de extrema pobreza y con grandes necesidades económicas; como moneda a cambio se las intercambia al don “por animales y muchas veces por dinero, acrecentando con codicia de asegurar su vejez, según la vieja. Pero en ese convenio de depravación, la avaricia de la vieja Chencha la lleva por más, al extremo de confabulase con un avaro y prominente abogado del pueblo, que le hace saber de la conducta depravada del don, y les propone con sus valiosas informaciones, que prepare un caso de demanda con todas las familias de las víctimas ante la justicia, ofreciéndose ella como testigo, para así despojar a Adolino de sus propiedades. El caso se le va de mano al jurista y también a la Alcaldía, y ante la impotencia del rumor público del hecho, los moradores del pueblo intentan hacer justicia por sus manos, estallando un conflicto sin precedentes entre los habitantes del pueblo de Montecristi.