La historia de una mujer que tuvo un sueño, el de montar la primera librería moderna de El Cairo.
Nadia Wassef siempre quiso ser librera. Junto con su hermana y su mejor amiga fundaron hace veinte años Diwan, una librería en su Cairo natal. Eran tres mujeres jóvenes, sin formación académica, sin experiencia y sin nada que perder. Por aquella época, no había aún librerías en Egipto. La cultura se hundía bajo la mala gestión de un gobierno corrupto y los libros se consideraban un lujo, no una necesidad.
Educada en una familia en la que los libros son «peligrosos para la salud», Paula sueña con tener su propia biblioteca. Este amor por la literatura la lleva a buscar una vida lejos del hogar de origen. Al otro lado del océano, primero en Barcelona y luego en Madrid, funda una librería habitada por las obras de sus autores más queridos.
Para su sorpresa, tras la muerte de su madre esta vocación abre espacio a nuevos anhelos, que a ratos parecen imposibles: tener un hijo y pertenecer por fin a un lugar de forma permanente. Dividida entre labores y países, Paula encuentra en la cerámica una nueva revelación. En el jardín de Mishal, su profesora, descubre el poder de la observación paciente y el trabajo artesanal, y acaba forjando la figura de la diosa de Laussel, que coloca en el centro de su casa. Guiada por ella, por charlas con amigas y por la lectura de sus escritores admirados, desde T. S. Eliot hasta Roberto Bolaño, Natalia Ginzburg, Agota Kristof o Marta Sanz, la autora argentina y fundadora de la librería Lata Peinada nos brinda un conmovedor memoir sobre el poder transformador de la literatura, el singular oficio de librera y las distintas formas de crear y reinventar la vida.
¿Cuál es la distancia que separa una obra de arte valiosa de la que no lo es? ¿Acaso es una mera cuestión de gusto, de bagaje, de canon, de accesibilidad, de marketing? Juan Cárdenas aventura en este libro una teoría: «Todo gran arte trae consigo la marca de la ligereza». No es tan fácil distinguir lo ligero de lo pesado, pero hay algo que está claro: la fuente primordial de la ligereza es el placer. El arte da placer no porque imite a la vida, sino porque es capaz de traducir sus leyes secretas al lenguaje de las formas sensibles. Y la vida es ligera, fugaz, esquiva, grácil, vulnerable y resistente de un modo inexplicable. En su afán por desentrañar este concepto, el autor nos lleva de la mano por una serie de cuestiones esenciales para reflexionar sobre lo que hoy consideramos digno de admiración, ya sean las modas, lo militante, las inercias del mercado, la posibilidad de la utopía o el lado oscuro de uno de los mantras de la sensibilidad contemporánea: la búsqueda de la autenticidad. Un recorrido original que acaba por ser, además, una manera de esclarecer los mecanismos de su propia escritura. La precisión y la afabilidad de su prosa, la plasticidad de sus ideas y su deslumbrante capacidad para exponerlas de una forma tan sencilla como profunda hacen de La ligereza un ensayo estimulante y fértil, una grieta luminosa en el imperturbable territorio de lo mayoritario.