Hay uno entre los pecados capitales tradicionales que quizá no debería figurar en la lista, porque muchas personas no lo han experimentado. Es capital, sin duda; pero no tan general como la soberbia, la lujuria, la gula o la envidia. La avaricia, en efecto, no es simplemente el deseo de posesiones, bienes, dinero, honras; hasta ahí se trataría más bien de codicia, no en el sentido original que tenía la cupiditas latina, sino entendida como solemos hoy en español: como un ensayo más o menos serio de empezar a ser avaro. La avaricia es más bien, como dice santo Tomás, immoderatus amor habendi; y esa inmoderación solo puede albergarla el que la está realizando.
¿Quién es AYN RAND? Pocos intelectuales del siglo XX han sido tan influyentes -y controvertidos- como la novelista y filósofa Ayn Rand. Su pensamiento sigue teniendo un profundo impacto, sobre todo en quienes llegan a ella a través de sus novelas Atlas Shrugged y The Fountainhead, con sus mensajes centrales sobre el individualismo, la autoestima y el derecho a vivir sin las imposiciones de los demás. Aunque ignorada o despreciada por algunos académicos, tradicionalistas, progresistas e intelectuales públicos, sigue siendo una gran influencia para muchos de los principales legisladores, asesores políticos, economistas, empresarios e inversores del mundo. ¿Por qué sigue siendo tan influyente la obra de Rand? Ayn Rand: An Introduction ilumina la importancia de Rand, detallando su forma de entender la realidad y la naturaleza humana, y explora la fascinación y los debates actuales en torno a sus conclusiones sobre el conocimiento, la moral, la política, la economía, el gobierno, los asuntos públicos, la estética y la literatura. El libro también las sitúa en el contexto de su vida y su época, mostrando lo revolucionarias que fueron y cómo han influido y siguen influyendo en los debates sobre política pública.
Madrid fue para Azaña, en sus años de estudiante en El Escorial, unas luces lejanas que le atraían por su misterio. Después, viviendo ya en Madrid, la ciudad fue el escenario de sus largos paseos solitarios. En sus artículos de juventud veía Madrid como un poblachón sin vitalidad ni entusiasmo. Pero pronto, cuando empieza su actividad política, se plantea la necesidad de "pensar Madrid": la república necesita una capital a la altura de sus ideales. En su mente se abre paso la idea del Gran Madrid, que muy pronto la guerra hará imposible. Pero antes ha disfrutado de su Madrid preferido: el de los montes de El Pardo, el de la Quinta, el de los pueblos próximos -El Escorial, Guadarrama, Villalba, Manzanares el Real...-. Cuando estalla la guerra y el gobierno se traslada a Valencia y luego a Barcelona, Azaña hará un único viaje a Madrid, que él sabía, probablemente, que era el último; pronuncia entonces uno de sus más bellos discursos sobre la capital, a la que llama ejemplo de dignidad, de sacrificio y de esperanza.