La lágrima de Jantipa es un estudio de la Grecia clásica a partir de la palabra de los filósofos y su concepción de lo femenino, un ensayo histórico sobre la configuración de un pensamiento que suponía que las mujeres no debían ser educadas más allá de la labor matronalis y los deberes conyugales.
Pero este libro no se conforma tan solo con narrar esa historia desde las academias, los liceos, los jardines o los pórticos de los filósofos, sino que también transita el campo y la ciudad, la asamblea y el ágora, los gimnasios y los gineceos, las escuelas y los mercados, la acrópolis y el arrabal, el cuerpo y el espíritu, el imaginario y la realidad, el teatro y el simposio, la casa y el mercado.
En esos escenarios se exponen las coacciones del eros, las hijas de Pandora y las diferencias sexuales, las feminidades, las masculinidades y la convivencia política, la asimetría del género y su larga duración desde la Grecia antigua.
La historia de una mujer que tuvo un sueño, el de montar la primera librería moderna de El Cairo.
Nadia Wassef siempre quiso ser librera. Junto con su hermana y su mejor amiga fundaron hace veinte años Diwan, una librería en su Cairo natal. Eran tres mujeres jóvenes, sin formación académica, sin experiencia y sin nada que perder. Por aquella época, no había aún librerías en Egipto. La cultura se hundía bajo la mala gestión de un gobierno corrupto y los libros se consideraban un lujo, no una necesidad.
La trepidante odisea del manuscrito maldito del Marqués de Sade, una obra descrita como «el evangelio del mal»
A primera hora de una mañana de noviembre 2014, dos semanas antes del bicentenario de la muerte del marqués de Sade, veinte policías de paisano salieron de entre la niebla y atravesaron las imponentes puertas rojas del gran Museo de Cartas y Manuscritos de París. El hombre al que buscaban era Gérard Lhéritier, el «rey de los manuscritos», acusado de hundir la venerable industria anticuaria francesa con una presunta estafa piramidal valorada en cientos de millones de euros. Durante años, este empresario había estado comprando manuscritos históricos y su fondo acaparó obras escritas por personajes como Napoleón, Einstein y otros. Pero el manuscrito que precipitó su caída fue una cosa diminuta de poco más de diez centímetros de ancho; un ajustado pergamino de escritura tan minúscula que es casi imposible de leer. Una obra que, según algunos, incluido Lhéritier, está maldita.
¿Cómo una lengua que nació en unas aldeas perdidas del norte de España ha llegado a convertirse en la segunda del mundo, con más de 500 millones de hablantes en los cinco continentes?
El siglo VIII fue una época compleja y oscura para la península ibérica. Sin embargo, en unos poblados perdidos al norte de la vieja Hispania se gestaba la que llegaría a ser, con el tiempo, la lengua española, con cientos de millones de hablantes distribuidos en los cinco continentes. Cómo fue posible tal prodigio? ¿Quién escribió las primeras palabras en castellano? ¿Cómo era la lengua en la Castilla de las tres religiones? ¿Dónde se imprimió el primer libro en España? ¿Cómo se difundió el español entre los pueblos de América, África o Filipinas? ¿Por qué se habló español en Italia o en los Países Bajos?
La impostura moral define nuestra época. No pasa un segundo sin que veamos en nuestras pantallas a alguien (un político, un periodista, un influencer, un ser anónimo) exhibiendo sus cualidades personales o criticando las de otros. Y para ello vale cualquier artimaña: su propio cuerpo, su alimentación, sus causas benéficas, sus mascotas, sus hijos o sus mayores.
La máscara moral. Por qué la impostura se ha convertido en un valor de mercado trata de explicar cómo el neoliberalismo y la masificación de las nuevas tecnologías han redefinido nuestra forma de relacionarnos basándose en el control moral del otro, han esterilizado nuestra cultura y han trastocado la función evolutiva de la moral: desde la cohesión grupal hasta la actual exhibición individualista e hipócrita en un teatro con miles de máscaras donde todos los personajes quieren ser el protagonista.