¿Qué es la belleza? ¿Necesita el universo ser bello?En un momento en el que parece haber quedado relegada al aspecto de las cosas y los seres,François Cheng nos introduce, siguiendo las grandes tradiciones de Oriente y Occidente, a una visión filosófica y ética de la belleza.A lo largo de los dos textos recogidos en este libro, el académico francés reflexiona en torno a la antigua convicción de que existe un lazo íntimo que une belleza y bondad, un viaje que abarca desde la representación de la santidad, pasando por la singularidad de la creación artística y la simbología de la pintura China, hasta las virtudes humanas que Confucio atribuía a las grandes entidades vivas de la naturaleza. Una invitación a renovar la mirada, a descubrir el pálpito estético que late en cada acción y la dimensión moral que se esconde en toda belleza.
El dadaísta Francis Picabia decía que «tenemos la cabeza redonda para que nuestros pensamientos puedan cambiar de orientación». En efecto, a lo largo de los años, modificamos nuestra opinión sobre muchas cosas: gustos estéticos –la música que escuchamos, la ropa que vestimos–, afiliaciones sociales –el equipo de fútbol o el partido político al que apoyamos– y hasta cuestiones tan trascendentales como la persona a la que amamos o el dios al que veneramos.
En estas páginas, Diego S. Garrocho no arma una defensa de la prudencia ni de las buenas maneras en política, sino la constatación de cómo en un contexto atravesado por irracionales identitarismos y juegos de posición, la moderación es, sobre todo, un acto de valentía.
Montaña viaja en el tiempo, a través de varias historias universales y alguna aventura inédita del autor, para explicar la misteriosa relación del ser humano con las cimas, y sobre todo consigo mismo y con los demás: de los pioneros en el Mont Blanc a la vanguardia del estilo alpino en el Himalaya; de la curiosidad científica de Saussure a la búsqueda de la perfección ética y estética de Steve House… Existen tantas motivaciones y justificaciones para lanzarse a subir montañas como personas hay en el mundo.
Ningún siglo se parece tanto al nuestro como el siglo XVII, el tiempo del Barroco.
Vivimos en una nueva edad barroca: otro periodo de luces y sombras, ingenio y mentiras, ilusionismo y ansiedad. Como entonces, el mundo es un gran teatro, y el individuo, un ser solitario enfrentado a la incertidumbre.
La soledad como elección y destino.
Este libro se centra, en primer lugar, en la moral de la España del llamado Siglo de Oro, y en segundo en la de nuestra época en general, en muchos aspectos coincidente con la de aquella: individualismo y postureo; falta de imaginación social y sumisión al orden establecido; entrega a la realidad virtual y preeminencia del miedo.
Y, a la vista está, otro tiempo de ortodoxias imperiales, desigualdad social y pesimismo colectivo. Después de las crisis con las que se ha abierto el siglo XXI, nada es lo que se pensaba. Mientras tanto, la vida transcurre como en un tiempo detenido: sin esperanza de futuro ni nostalgia del pasado. Decidiendo solos, en la incertidumbre.
En esta obra rigurosamente filosófica, Byung Chul Han reflexiona, tomando como referencia a Kant, Heidegger, Lévinas y Canetti, entre otros, sobre la re-acción a la muerte para indagar en la compleja tensión entre este concepto con los de poder, identidad y transformación.
Concebimos nuestra propia muerte como la extinción sin residuos del yo personal, y por tanto como la imposición absoluta de lo totalmente heterogéneo. Ante esta perspectiva, la inminencia de la muerte puede despertar un amor heroico, en el que el yo deja paso al otro y así se promete una supervivencia. De este modo, en torno a la muerte surgen complejas líneas de tensión que se entrecruzan entre el yo y el otro.
Muerte y alteridad se inspira en la fenomenología y la literatura contemporánea para contraponer las reacciones de o bien el énfasis del yo o bien el amor heroico a la hora de encarar la muerte. Asimismo, muestra otra manera de «ser para la muerte» en un modo de tomar conciencia de la mortalidad que conduce a la serenidad. De esta manera, se tematiza una experiencia de la finitud con la que se aguza una sensibilidad especial para lo que no es el yo: la afabilidad.