Ugrešic habla por experiencia propia de los horrores de la pérdida y el desarraigo, y conjura en una novela devastadora todos los demonios de la guerra.
Yugoslavia está sumida en la guerra civil, sus ciudadanos huyen del país en masa y Tanja Lucic se refugia en la universidad de Ámsterdam, donde enseña lengua y literatura serbocroata. La mayoría de sus alumnos son exiliados como ella y, como ella, se encuentran sumidos en una lucha desesperada contra el miedo, la confusión y el desamparo que los ha acompañado desde que cruzaron la frontera. Consciente de que sus dificultades académicas tienen mucho que ver con el desarraigo causado por la guerra, Tanja aborda cada clase como una excavación arqueológica en las ruinas de su aniquilada identidad nacional: un intento desesperado de sacar de nuevo a flote una herencia cultural común, de reconciliarse con un pasado que no les permite vivir en el presente. Ugrešic emprende una reflexión terapéutica sobre la naturaleza de la guerra, el lenguaje y el desplazamiento, y describe con afilada precisión la dificultad de seguir adelante en un mundo reducido a cenizas.
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