Como una lupa minuciosa y fractal, los cuentos de este libro gravitan sobre la ciudad y su gente escudriñando no solo los más raros rincones, intersticios urbanos de concreto y acero, repletos de extrañeza y difícil belleza; sino hacia el interior de quienes los crearon, habitaron y les dieron sentido; fauna urbana de pintoresca catadura que lo mismo resume la pujanza creativa de un país, que nos muestra su más lóbrega faz, sin caretas, ni afeites, ni emboscadas nostálgicas; solo crónica cruda, vivida y por vivir. Santo Domingo respira en estas líneas. Aquí están sus temores, sus vicios, su folclore, sus taras de polis caribeña y brutal, su obscuro humor… Hay mucha literatura aquí. Textos como pistoletazos; cápsulas de sentido que estallan en las narices del lector; esquivos y fugaces paisajes apenas entrevistos como a través de una ventana que se cierra de pronto, con siniestro chasquido, dejándonos un gusto de violencia, de hondura, y de cruenta verdad.
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