Este es un libro producto de mi pasión por el ciclismo de ruta. Su práctica como deporte de panorama abierto, de resistencia, de distancia e intensidad, social e individual, en solitario o en grupo; utilitario, competitivo y divertido a la vez, para mí, no tiene comparación con otras actividades lúdicas. Igual a la sensación que produce en un niño o un octagenario el volar. Todos los ciclistas nos sentimos que pertenecemos, con orgullo, a esa gran comunidad de los que andamos en bici. Por eso sentí que debía devolver algo de lo mucho que me ha dado el ciclismo, en la forma de un testimonio, con este modesto libro; mitad experiencia personal, mitad técnico.
Desde que publicara su primer libro en 1984, Miguel Ángel Fornerín ha venido edificando, libro a libro, una obra que sobrepasa ya los veinte títulos, a la que hay que añadir una copiosa producción periodística, que ha difundido la literatura y la cultura caribeñas tanto en el ámbito académico como en la prensa diaria. Se persigue, de este modo, un lector especializado, inclinado a la especulación, pero sin desdeñar la curiosidad de aquellos que frecuentan los periódicos.
Era hora, pues, de someter a escrutinio la labor intelectual de Fornerín, y ofrecer, en conjunto, las principales conclusiones de esta evaluación, realizada —conviene subrayarlo— por un diverso número de estudiosos y desde variadas perspectivas. De los trabajos recopilados se desprende una evidencia: Fornerín ha superado con excelente calificación el examen de la crítica.
Si algo hila los diferentes escritos que componen Lo que trajo el mar, son las miradas particulares que Báez va consignando. Hojas de ruta variopintas en las que el autor hace un ejercicio literario para comprender el mundo que lo rodea. Así, entre la cultura pop, las islas caribeñas, las ciudades continentales, las lecturas de su vida, músicos y canciones, platos y sabores, vaivenes y momentos estáticos, Báez crea una biografía personal y americana. Un nuevo mapa de lo que significa ser habitante o migrante de un territorio.
También conocido como el Comander, la voz del escritor Efraim Castillo es imponente y refulgente. Escucharlo, sobre todo, es estar frente al último gran polígrafo de la literatura dominicana, representante icónico de la generación del 60. Nacido en 1940, Castillo ha sido testigo privilegiado de los cambios y vicisitudes del país desde la década de 1950 hasta la actualidad. Dialogar con Efraim es un goce para la audición y un deleite para la inteligencia y el intelecto. Frente al Comander cualquier libreto previo para una entrevista se quiebra y tiene que ser alterado en el acto mismo del intercambio. Ante él no funciona la táctica de preguntas y respuestas frías y lacónicas, sino el diálogo al estilo del pensamiento lateral que rompe con lo lineal y secuencial controlado. Con Castillo sólo el diálogo en movimiento y las ondulaciones zigzagueantes son posibles. Nada de lo que sale de su cabeza, y que a velocidad de segundos ya es oralidad, es desechable. El enérgico timbre de su garganta transpira templanza interior. Su sapiencia es fascinante y seductora.
Este diálogo se explaya por un arcoíris de tópicos alrededor de su concepción de la escritura asistemática-memorativa, sus años en la militancia política, sus exilios y sus contactos con el existencialismo y el absurdismo hasta su ingreso al campo de la publicidad. Igualmente aborda sus reflexiones sobre la Generación del 60 y sus proposiciones sobre las prácticas históricas del tigueraje, la trepaduría y la corrupción al interior de la cultura dominicana, a las que se suman su teoría del sancocho filosófico dominicano, tensado entre el pesimismo y el optimismo; más sus miradas críticas sobre las conflictivas relaciones históricas, culturales y políticas entre la República Dominicana y Haití desde la fundación de sus respectivos Estados nacionales.
La Dama de Vermut y la Dama de Negroni es el mismo personaje y aparece en ambos poemarios, un personaje que está entre ser de carácter dulce y fuerte, una romántica con un pensamiento libre y revolucionario. Aparecen también personajes que se roban el protagonismo de algunos poemas, tales como Sebastián, Julio y otros cuya identidad la Dama prefiere ocultar haciendo referencia a rasgos físicos y rasgos de su personalidad,
En sus composiciones, la Dama le de vida al universo que vive dentro de ella, donde se mezcla la realidad con la ficción, surgiendo a veces lugares mitológicos en sus escritos. Es un universo intangible, pero que también hace referencia e lugares tan reales como el Malecón de Santo Domingo, Semaná, Punta Cana, Quisqueya, Selamanca y Madrid.
Hay un discurso literario romántico y apasionado con mucha fuerza y carácter. Á veces se torna oscuro e irreverente para los que tienen una mentalidad conservadora, pero los escritos son puro arte. Por eso, el poema favorito de la autora es «Sebastián», En esta composición se resume la esencia de los poemarios de la antología. Es un poemas intenso con una idea potente.
Estos escritos son el recuento de mis experiencias de vida. Puedo omitir un nombre, equivocarme en otro, citar una fecha que no es la correcta. Para los fines de estas páginas, eso no tiene importancia. Trato de reseñar las relaciones familiares, los valores aprendidos, las costumbres de mi familia, los usos de la sociedad a través de mis experiencias personales y son una invitación para que los lectores, que así lo deseen, hagan comentarios sobre lo escrito por mí o de sus propias experiencias.
En esos primeros pasos del día, la sentencia de la neurocirujana aparecía siempre como un borrón negro en su cabeza: «Poco a poco, perderás toda la movilidad en el cuerpo».
Joanca recordaba su pasado encerrado en su habitación: su infancia, sus amigos, República Dominicana y su maldita enfermedad que trataba de recortar su existencia.
Huía de su destino como podía, caminado por las calles, intentaba despistarlo. Sabía que no podía parar, si paraba el tiempo lo atraparía y lo dejaría sentado para siempre. Y así nació la idea de subir la montaña, a pesar de su condición, a pesar de todo. Sabía que era verdad, que no podía claudicar sin pelear, rendirse sin más.
Su amigo Joan Vila se encargó de regar su reto con disciplina y estímulo, convirtiéndose en su motivador personal, tirando al carajo todas las predicciones médicas.
En ocasiones, hay amistades inquebrantables como el acero, que no se dejan amedrentar por nada.
Es una historia muy inspiradora que habla de cómo tres pollitos deciden ahorrar granos de maíz para darle una sorpresa a mamá Gallina el día de su cumpleaños.
Transmite valores como el amor, la perseverancia y la solidaridad familiar. Nos muestra que con esfuerzo y trabajo en equipo se pueden lograr objetivos importantes, incluso los más pequeños.